Jean-Marc Ayrault, primer ministro francés hasta el 31 de marzo, tiene muy claro que, más allá del descalabro socialista sufrido en las elecciones municipales de la víspera, el culpable de su defenestración tiene nombre y apellidos.

Un nombre y unos apellidos que, como los de su sucesor al frente del Gobierno galo, Manuel Valls, son españoles, ya que corresponden al consejero político del presidente François Hollande, el hijo de asturianos Aquilino Morelle.

"Hace meses que Valls intenta ocupar mi puesto", reveló el ya exprimer ministro a su círculo de consejeros, horas después de dejar su cargo. "Y hace meses que tiene en El Elíseo un submarino llamado Aquilino Morelle (que), de hecho, ha tomado el poder en El Elíseo. Controla al secretario general del Elíseo e incluso al presidente de la República.

(Morelle) tiene un único objetivo: el poder", concluyó Ayrault, según reveló pocas horas después la publicación satírica "Le canard enchaîné", cuyas antenas políticas suelen estar muy afinadas.

Enemistad

Así pues, para Ayrault, cuya enemistad con Morelle era ya un secreto a voces, la responsable de su muerte política ha sido la potente conexión hispana establecida por el derechista Valls y el izquierdista Morelle, dos políticos que pese a situarse en las antípodas del socialismo francés tienen en común mucho más que su ascendencia peninsular.

Manuel Valls -que en las quinielas de la mañana del 31 de marzo fue y dejó de ser varias veces el nuevo primer ministro del indeciso Hollande- y Aquilino Morelle compartieron mesa y mantel laborales durante muchos años.

Sucedió en el quinquenio (1997-2002) en el que Lionel Jospin, el padre de la jornada laboral de 35 horas, mantuvo las riendas del Gobierno francés durante una difícil cohabitación con el presidente conservador Jacques Chirac.

En el equipo de fontaneros de Jospin, Valls desempeñaba el papel de portavoz, mientras que Morelle era la pluma que le escribía los discursos y le susurraba ideas, como sigue haciendo con François Hollande.

Aún había en aquellos despachos un tercer hombre, Jean-Pierre Jouyet, jefe de gabinete adjunto de Jospin, que, desde el pasado miércoles, desempeña el cargo de secretario general del Elíseo.

Jouyet, amigo de Hollande desde hace más de 40 años, cometió el desliz de ser secretario de Estado durante los primeros meses de la presidencia de Nicolas Sarkozy (2007-2008), pero, tras casi seis años de penitencia, se ha redimido.

Y puede que la llegada de Jouyet al Elíseo no sea la mejor noticia para Morelle. En efecto, el aura de todopoderoso fontanero presidencial que, con razón, le atribuye Ayrault se basa en la relevante asunción de nuevas tareas por parte de Morelle a partir del pasado enero.

Una ampliación del campo de batalla a la que no sería ajeno el metódico proceso de aniquilación al que, dicen, había ido sometiendo Morelle al predecesor de Jouyet. Ahora, el contador se ha puesto a cero.