La ministra británica de Cultura, Maria Miller, dimitió ayer entre fuertes presiones por unos gastos parlamentarios indebidos de 7.000 euros, a pesar de que se demostró que no actuó de mala fe. En una carta enviada al primer ministro británico, el conservador David Cameron, Miller explicó que dejaba la cartera para evitar que su situación se convirtiese en una "distracción" en un momento vital para el Gobierno, antes de las elecciones europeas de mayo y de los comicios generales de 2015.

En un país crítico de la clase política a raíz del escándalo de los gastos parlamentarios destapado en 2009, que sumió al Legislativo de Westminster en una de sus crisis más profundas, el recargo que hizo Miller en concepto de vivienda resultó intolerable.