El primer ministro británico, David Cameron, tuvo que hacer ayer concesiones verbales a sus huestes conservadoras para tratar de contener la creciente revuelta "tory", iniciada la pasada semana en protesta por que la consulta sobre la salida británica de la UE no figure en los planes del Gobierno para los próximos meses.

La revuelta es, además, la respuesta a la subida de los euroescépticos del UKIP en las recientes elecciones locales.

Cada vez son más los altos cargos conservadores que se manifiestan a favor de dejar la Unión Europea, entre ellos los titulares de Defensa y Educación, Philip Hammond y Michael Gove, respectivamente, que lo hicieron este domingo.

Cameron calificó ayer de "inaceptable" la actual situación de la Unión Europea y prometió que, conseguida la reforma que busca, pedirá a los británicos que voten si quieren quedarse o no en ella.

Cameron, que el pasado enero ofreció una consulta en 2017 si gana las legislativas de 2015, no ocultó su irritación con los dos ministros díscolos. Al serle preguntado cómo votaría si hubiera hoy una consulta y si había perdido el control de su formación, el primer ministro contestó, visiblemente molesto, que era una cuestión "hipotética".

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aconsejó ayer a los británicos que esperen a ver si hay reformas en la UE y dan frutos, antes de lanzarse a la consulta.