A los 17 años marchó embarcado y fue a los 40 cuando le surgió la posibilidad de trabajar en las Malvinas. Era la fórmula de poner punto y final a la vida de marinero. No lo hizo del todo, porque su profesión le ligó al mar para siempre, pero pisaba todos los días tierra. "Fui buscando una oportunidad y la encontré", dice Antonio Cordeiro que pasó las navidades en Cangas.

Fue en 1988 cuando Antonio Cordeiro se marchó a vivir a las Malvinas, aceptando la oferta de la Cooperativa de Armadores de Vigo. Primero fue solo y después llevó a su familia. A su primera esposa, natural de León, le costó más acostumbrarse al paisaje y al paisanaje de estas tierras. Tras enviudar, se casó más tarde con la maestra británica de las islas. Asegura que la vida en el archipiélago es sencilla y difícil "Está lejos de todo y no se puede ir a ningún sitio sin gastar mucho dinero. Yo soy de un pueblo pequeño y no necesito de una gran ciudad", comenta desde la perspectiva que le dan esos 65 años, con la jubilación a la vuelta de la esquina.

Cordeiro piensa regresar y vivir en Aldán tras su jubilación. Allí construyó una casa.