Apenas horas después del anuncio oficial de la muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, la cúpula del chavismo se pasó ayer el día inmersa en una compleja serie de maniobras para entregar el poder al vicepresidente, Nicolás Maduro, quien, como presidente interino del país, pilotaría el proceso electoral y se presentaría a los comicios que deben celebrarse dentro de un mes. De acuerdo con la Constitución, el poder debería pasar al presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello.

En paralelo, y envuelto en un mar de seguidores y banderas, el cortejo fúnebre con los restos de Chávez, llegó anoche a la Academia Militar, donde se instaló la capilla ardiente, que permanecerá abierta hasta el funeral de Estado de mañana, viernes.

La carroza con el féretro del extinto jefe de Estado llegó a su destino tras un recorrido que duró más de cinco horas e inundó la calles de Caracas de decenas de miles de simpatizantes vestidos del tradicional color rojo del chavismo y con banderas de Venezuela. El cortejo estaba encabezado por Maduro, Cabello, y por el presidente de Bolivia, Evo Morales, uno de los al menos diez jefes de Estado cuya asistencia a los funerales está prevista.

El duelo partió del Hospital Militar de Caracas, en el centro de la ciudad, donde el martes, según la versión oficial, falleció Chávez a los 58 años, víctima de un cáncer del que fue operado cuatro veces en Cuba, a lo largo de un complejo proceso que se prolongó durante 20 meses. "Te amaré por siempre, mi padre", se leía en uno de los improvisados carteles que lucían los simpatizantes del presidente.

Mientras las calles se llenaban con los cánticos en honor de Chávez, la atención de los analistas se centraba en el complejo juego que se desarrolla entre bambalinas. El oficialismo, dispuesto a hacer cumplir, con el respaldo del Ejército, la voluntad enunciada por Chávez de que sea Maduro quien lo suceda, necesita para ello hilvanar una solución anticonstitucional.

Eso al menos es lo que puede inferirse de las pocas declaraciones oficiales hechas tras el anuncio de la muerte del líder bolivariano. La primera y más relevante vino, ayer de madrugada (hora española), de labios del ministro de Exteriores, Elías Jaua, quien en declaraciones a una cadena televisiva de la vecina Colombia aseguró que Maduro, en tanto que vicepresidente, sucederá de modo interino a Chávez y convocará elecciones presidenciales a las que se presentará como candidato, donde él mismo se presentará como candidato. De este modo, Maduro, al igual que ha hecho Chávez en tres ocasiones, sería un candidato-presidente y contaría con las mayores posibilidades de llevarse el gato electoral al agua. Algo de la máxima importancia para el chavismo que, de este modo, contaría con un plazo de seis años para planificar y negociar con la oposición una salida al régimen en la que se conciliaran sus intereses con los de los restos de la antigua oligarquía que han logrado sobrevivir a década y media de régimen bolivariano. Eso sí, esta solución es tan excepcional como la decisión del pasado enero de permitir que Maduro siguiese a cargo del Gobierno sin que Chávez, hospitalizado en Cuba, jurase el cargo para el que fue reelegido en las elecciones del pasado octubre. Por ello requiere una sentencia favorable del Tribunal Supremo que, en todo caso, y una vez que haya pleno acuerdo en el chavismo y el Ejército, se da por descontada.