Si tras el fracaso negociador de ayer por la tarde no ha rasgado la madrugada una milagrosa "fumata bianca" entre burros y elefantes, EE UU habrá empezado a parecerse a Europa en una cosa: los recortes del gasto público. Y, como la hiperpotencia genera distorsión, el lector puede ser asaltado por la escalofriante idea de que EE UU se ha enamorado de Merkel.

Nada más falso. Vean, si no, las cifras, no sin antes recordar que la Bankia de Rato ha perdido 20.000 millones en 2012 y que Rajoy nos ha capado otros 27.000 en el mismo plazo. Los recortes de EE UU, por su parte, representan 65.000 millones hasta septiembre, o sea, un 2,4% de la cuenta federal y se concentran en Defensa (40%) y gasto corriente, sin tocar partidas asistenciales. Se supone que deberán seguir creciendo hasta sumar 580.000 millones en 2021. Claro que para entonces habremos asistido a cuatro elecciones legislativas y a dos presidenciales. Un mundo.

Mucho antes, sin embargo, habremos descubierto que el ruido de ahora mismo no es sino el eco de próximas batallas. Obama, que en el pacto para evitar el anterior acabose -¿se acuerdan del abismo fiscal de diciembre?- impuso una primera subida fiscal a las rentas altas, pretende completarla ahora para reducir el déficit también por la vía de los ingresos. Los republicanos, belicosos pero desnortados, se cierran en banda a aumentar la presión fiscal y quieren salvaguardar el gasto en Defensa. De ahí que cada cual dibuje su esbozo de apocalipsis: cientos de miles de parados y caída del PIB, clama Obama; boquetes inaceptables en la seguridad, replican los republicanos. Sin embargo, son sólo clarines para la lid del 27 de marzo: ese día se habrá agotado el techo de gasto federal. Y la falta de acuerdo para ampliarlo sí que podría ser más seria