Cuatro años en Japón no son suficientes para prepararse para un desastre como el vivido anteayer en el país asiático y cuyas réplicas siguieron latentes ayer; tampoco al miedo por la alerta nuclear.

El gallego Pablo García-Lluis reside con su esposa, la japonesa Sanae Nagayoshi, en Tokio desde hace cuatro años. Este profesor de español, de origen coruñés, destaca la civilidad de su nación de acogida. "Si un terremoto de esta magnitud hubiese tenido lugar en otro país, seguro que se hubiesen producido saqueos y disturbios", afirma García-Lluis, quien relata que en el entorno de su vivienda en la capital nipona se mantenía la tranquilidad entre la población durante la madrugada de ayer (última hora de la tarde hora española).

La vivienda del matrimonio se encuentra en el duodécimo piso de un edificio. García-Lluis relata como en el momento del primer temblor se encontraba solo en la casa. "Todo el bloque comenzó a moverse de tal forma que los platos comenzaron a caerse", comenta. Su primera idea, como la de muchos otras personas, fue la de abandonar el inmueble y salir a la calle. Allí pudo comprobar como "la gente reaccionó con tranquilidad, pese a que hace mucho que no se sufre un terremoto tan intenso". Lo confirma su esposa, Sanae Nagayoshi, quien en el primer momento se encontraba en una academia.

La ciudadana japonesa cuenta como toda la gente que se encontraba con ella escapó también a la calle ante el temor de que se derrumbase el edificio. "Se trató de un temblor de tierra máximo que provocó la paralización de todo el metro y el tren", considera la esposa del coruñés en un pulcro español.

El matrimonio se reunió más tarde en la casa de los padres de Nagayoshi, a donde el gallego se desplazó inmediatamente tras el primer seísmo y donde pasaron las horas siguientes. Ya de vuelta a su casa, García-Lluis afirma que los pequeños movimientos de la tierra continúan y se teme que pueda haber nuevas réplicas potentes.

"Muy rápido"

En un primer momento los trenes y el metro de la zona de Tokio donde vive el coruñés y su familia dejaron de prestar servicio. Sin embargo, a última hora de la tarde de ayer el transporte público, esencial en una ciudad de las dimensiones y densidad de población de la capital japonesa, volvía a funcionar en las inmediaciones de su barrio. La situación no era tan buena en otras zonas de Tokio, según las informaciones que llegaban ayer desde el archipiélago asiático.

García-Lluis destaca la actuación de las autoridades japonesas. "Actuaron muy rápido para habilitar pabellones deportivos y templos, entre otros lugares, para que la gente pudiese guarecerse", señala el profesor de español.