Detrás de la piratería en el Índico se oculta un complejo entramado financiero cuyo centro neurálgico está en Londres. Así lo denuncian responsables de la flota atunera, quienes recuerdan que la capital británica se ha convertido en escenario habitual de las negociaciones entre piratas y armadores en los últimos años. Los secuestradores confían el proceso a destacados bufetes de abogados, que se encargan de negociar las condiciones, recibir el dinero y transferirlo a la postre a las cuentas de los piratas en África, Dubai o Yemen.

Sobran los ejemplos. En 2000 el atunero Albacora Cuatro estuvo tres días retenido en aguas de Somalia mientras se negociaba en Londres el pago de un rescate. Nunca se llegó a saber cuánto dinero desembolsó el armador, aunque desde el sector calculan que 400.000 euros. Lo mismo ocurrió con el Playa de Bakio, secuestrado en marzo de 2008 con 26 tripulantes a bordo.

En este último caso, los captores negociaron con la empresa armadora y el Gobierno español a través de un bufete de abogados en hotel de lujo de la City londinense. Ni el ejecutivo ni el propietario del atunero llegaron a admitir el pago de un rescate, pero el jefe del puerto somalí de Haradher, Abdisalman Khalif Ahmed, confirmó la entrega de 1,2 millones de dólares (760.188 euros) a los captores.

El Gobierno se limitó entonces a explicar que la liberación del pesquero fue fruto de la “acción coordinada y conjunta del Gobierno con el armador del barco, y de una intensa acción diplomático”.

La elección del Reino Unido para negociar los rescates no es casual, ya que también según los armadores también hay mercenarios británicos.

Según fuentes de la flota atunera, todo indica a que la situación se repetirá en el caso del Alakrana. Las conversaciones suelen desarrollarse de la siguiente manera: los piratas entregan un papel al capital del barco con la cantidad de dinero que exigen y la cuenta bancaria -de una entidad financiera británica- en la que debe ingresarse el pago, y a partir de ahí empiezan las conversaciones con el armador.

Ambas partes negocian hasta llegar a un acuerdo económico. Una vez que la cantidad se ha fijado, la compañía propietaria del barco debe ingresar el dinero en la cuenta asignada para que, a continuación, los abogados transfieran las cantidades a las cuentas de los piratas en África o en paraísos fiscales.

Proceso

La duración de este proceso suele durar una semana. Una vez que los milicianos comprueban que el dinero ha sido ingresado en el banco africano proceden a soltar a los retenidos. Los secuestradores suelen estar bien organizados, tienen conocimientos militares, disponen de abundante armamento y están jerarquizados, según informes de los Servicios de Inteligencia.

Los somalíes tienen mala reputación en el Este de África por su violencia y tendencia al saqueo. Además, la piratería en estas costas se ha convertido en una fuente inagotable de titulares, aunque también hay piratas en otros países como Indonesias, Filipinas y Nigeria.

Los temores de la población somalí a una posible intervención extranjera se han incrementado después de que la prensa local informara de que aviones de la OTAN y de la misión aeronaval de la Unión Europea Atalanta sobrevolaron el Alakrana. Ya tras la liberación del Playa de Bakio, la población local había forzado a los piratas a cambiar de zona por temor a una incursión militar.