El capitán de navío español Juan Garat Caramé, comandante de la misión “Atalanta” contra la piratería en Somalia, reconoció ayer las limitaciones de la flotilla a su mando para prevenir, en un enorme espacio marino, este problema que afecta a la seguridad de la navegación internacional. El marino español dirige la misión de la Unión Europea (UE) desde el pasado 6 de abril, cuando sucedió al comodoro griego Antonios Papaioannu, en el momento en que los piratas tienen más de 20 barcos secuestrados al mismo tiempo, con cerca de 350 tripulantes, una cifra sin precedentes.

Con unas pocas unidades navales, los marinos europeos cubren un enorme espacio del Índico, frente a 3.000 kilómetros de costas, desde el golfo de Adén a las islas Seychelles, lo que facilita la actuación de los piratas y hace que Garat exclame: “cada vez que secuestran un barco, siento como si me diesen una puñalada”.

“A pesar de la desesperanza que provoca cada secuestro, se convierte también en una motivación para tratar de ofrecer la mejor protección posible al resto de embarcaciones”, dice Garat en una entrevista en su camarote de la fragata “Numancia”, anclada este fin de semana en el puerto keniano de Mombasa.

El capitán español asegura que, desde el primer instante supo que no afrontaba un reto cualquiera: “durante la misma ceremonia de relevo en Yibuti, los piratas estaban secuestrando un barco”.

Admite que “el potencial de ataque de los piratas (somalíes) ha ido aumentando con el paso de los años, hecho que también dificulta nuestra capacidad de respuesta”, pues cada vez dispone de más dinero de los rescates para mejorar sus medios.

La fragata “Numancia”, que dirigirá durante cuatro meses la misión “Atalanta”, hasta que el mando pase a manos de Holanda, encabeza ocho barcos -cuatro alemanes, dos españoles, un francés y un italiano- y un avión español. “Siempre se necesitan más medios de los que se disponen -prosigue Garat-, pero hacemos lo que podemos para cooperar con la comunidad internacional en mejorar la seguridad en el océano Indico”.

Además, incide en que resulta una tarea ardua capturar a los piratas en el momento del asalto, “porque huyen cuando ven un buque de guerra y tiran las armas al mar para eliminar indicios de delito”.

En caso de detenciones, cada país puede ejercer su jurisdicción, como ha hecho Estados Unidos al enviar a su territorio a uno de los secuestradores del capitán del carguero “Maersk Alabama”, Richard Phillips, o trasladar el caso a la Unión Europea, que tiene un acuerdo con Mombasa para transferir a los piratas a sus tribunales.

En la prisión de Mombasa hay ya 40 piratas, a los que se sumarán, presumiblemente, los últimos 11 detenidos por la Armada francesa el pasado 15 de abril, “iniciativa que Kenia acepta a cambio de contraprestaciones por parte de la UE”, matiza el capitán.

Sobre el modo que utilizan los piratas para atacar los barcos, Garat explica que, tras fijar la posición de sus objetivos con modernos GPS, “sólo necesitan armas (ligeras) y una escalera para alcanzar la borda del barco”. “Aconsejamos a las embarcaciones atacadas que se resistan. La mayoría de los barcos que lo hacen, se salvan. No podemos escoltar todos los barcos, la primera medida debe ser de ellos”, apostilla.