El otro contraste ha sido la disgregación de la Unión Cívica Radical (UCR), el partido de Alfonsín, y las veladas luchas internas en el gobernante Partido Justicialista (peronista), las fuerzas que hace un cuarto de siglo protagonizaron el regreso de la democracia.

La prensa dedicó grandes espacios para celebrar el que constituye el más largo período democrático de Argentina, país que en 2010 festejará su bicentenario.

Pero la nota impactante fue el hallazgo de miles de restos humanos calcinados y vestigios de un paredón de fusilamiento en una antigua sede policial de las afueras de Buenos Aires donde funcionó una de las 500 cárceles clandestinas instaladas durante la última dictadura militar (1976-1983).

Ese hallazgo fue un resabio del horror que aún conmueve a los argentinos.

En esa misma cárcel clandestina había estado cautivo Julio López, llamado "el primer desaparecido de la democracia", cuyo paradero se desconoce desde el 18 de septiembre de 2006, un día después de que contribuyera con su testimonio a la condena a prisión impuesta a ex policías por delitos de lesa humanidad.

A sus 81 años, enfermo de cáncer, el ex presidente Alfonsín se ha convertido en un símbolo de la democracia, con la que "se come, se educa y se cura", como repitió antes y después de ganar las elecciones del 30 de octubre de 1983.

Un cuarto de siglo después, los argentinos han dejado en un segundo plano el fracaso económico de Alfonsín, quizá porque fue peor la crisis y el cese de pagos de 2001, cuando la mitad de la población quedó por debajo de la línea de pobreza.

"Estamos mal, pero vamos bien", afirmó el peronista Carlos Menem a poco de suceder a Alfonsín en 1989, cuando comenzó la era de las privatizaciones de todas las empresas públicas y de una política neoliberal que rompió con la tradición de su partido.

"Menem lo hizo", decía la propaganda gubernamental sobre el final de su mandato en 1999, pero esa frase sirvió para que se le reprochase el dispendio, el déficit público y la industria arrasada por la apertura económica que ese año heredó su sucesor, Fernando De la Rúa, líder de una coalición de la UCR con el centroizquierda.

"2001 será un gran año. u00A1Qué lindo es dar buenas noticias", decía en su propaganda De la Rúa para destacar una millonaria ayuda de organismos multilaterales de crédito que no sirvió para frenar el desastre económico y los estallidos sociales que causaron una treintena de muertos y que a finales de ese año le obligaron a renunciar.

Aunque la democracia está en deuda, los argentinos se abrazan a ella cada vez más, como subrayó ante una consulta de Efe la socióloga chilena Marta Lagos de visita en Buenos Aires para promover el informe anual de Latinobarómetro.

"Cuanto más descontentos están, los argentinos exigen más democracia: en estos años esto los ha diferenciado del resto de los latinoamericanos", destacó la directora de la consultora que desde 1994 elabora informes estadísticos anuales sobre la percepción de la democracia y otros temas sociales en 18 países de la región.

La UCR, segunda fuerza parlamentaria, está hoy dividida en tres fracciones, una de ellas aliada al Frente Para la Victoria, el sector predominante del peronismo que lidera el ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007), esposo de la actual mandataria, Cristina Fernández, de visita en Rusia cuando hoy cumple su primer año de mandato.

Kirchner, cuyo liderazgo retan Menem (1989-1999) y el también ex presidente peronista Eduardo Duhalde (2002-2003), reunió el martes a sus seguidores y aliados para brindar por el primer año de gestión de su esposa con renovadas críticas a la oposición y a la prensa.

"Ayúdenme a salir de este infierno, solo no puedo", había dicho Kirchner al asumir el gobierno en 2003, tras la transición de Duhalde, para quien, pese a todo, Argentina "es un país condenado al éxito".