Siete meses después de vivir en sus propias carnes la crudeza de un secuestro en aguas de Somalia, Cándido Senra Lorenzo, marinero del atunero vasco "Playa de Bakio", sigue con atención cualquier información relacionada con los abordajes piratas en el Índico. Por suerte, observa desde el sillón los últimos. Lleva catorce días en casa, tras la primera campaña de cuatro meses que siguió a la retención de su barco al norte de Mogadiscio el pasado mes de abril. Ya no siente miedo, "sólo respeto". El tiempo lo cura todo, pero no deja de experimentar "impotencia" cada vez que escucha noticias sobre un nuevo ataque.

-Lo ocurrido en los últimos días le mantiene alerta.

- Claro. Es que la situación es cada vez peor y no se toman medidas contundentes. Yo veo las noticias y siento impotencia porque los piratas siguen haciendo lo que les da la gana.

-¿Cree que los gobiernos no hacen lo suficiente?

-Sí. Hace años que reclamamos seguridad en la zona, pero nos tomaban a cachondeo. La primera vez que yo dije en casa que había piratas en la zona, mi mujer pensó que era una broma. Ahora están pasando muchas cosas, pero no consiguen pararlas. Yo no me siento protegido con un simple avión que va volando por la zona, porque no podría hacer nada. Ellos te enganchan una escalera al costado del barco y estás perdido.

-¿Ya no se ven fragatas?.

-Yo sólo he visto algunas americanas, pero es que esto es un problema mundial. Hay gente de muchos países trabajando allí y tendrán que unirse par enviar los medios que sean necesarios. Está claro que hay un antes y después después de nuestro secuestro a nivel de información. Ahora la gente sabe lo que ocurre, pero faltan medidas.

-¿Cree que hay formas de erradicar la piratería?

-Habrá que vigilar más la zona. Necesitamos más protección porque sus aguas terminan a 200 millas de la costa y están saliendo a 460 millas. Cada vez están mejor preparados para acceder a alta mar. Habrá que sorprenderles. ¿Por qué no mandan un atunero tripulado por militares que les hundan sus nodrizas? Lo hemos hablado muchas veces a bordo del "Playa de Bakio". Creemos que sería la única forma de ir acabando con ellos. No será fácil porque esa gente se multiplica. Conforme apresan a ocho, reclutan a veinte más.

-Desde la comodidad de Europa, podría creerse que actúan así por sus escasos recursos. ¿Usted lo ve así?

-Desde luego no lo hacen por hambre. Nosotros teníamos víveres y la bodega llena de pescado. No tocaron nada. Sólo nos pedían dinero, nos robaban móviles, ordenadores y ropa. Son delincuentes, no necesitados. Y además muy atrevidos porque son críos. Muchos no tienen más de 16 años.

-¿Cómo se trabaja bajo la amenaza de un abordaje?

-Con muchas dificultades. Este ha sido un año malo en cuanto a pesca y nosotros cobramos según las capturas. Ahora el pescado se acerca a tierra y los piratas nos obligan a quedarnos a 600 millas. Hay gente que se arriesga y se aproxima, pero con miedo tampoco se puede estar en el mar. Recuerdo alguna noche en la que nos acercamos a cuatrocientas millas y no parábamos de mirar alrededor, incluso con prismáticos.

-¿Siente miedo desde el secuestro?

-Aquel temor se me ha pasado. Los primeros quince días de esta última campaña, que hicimos justo después del secuestro, lo pasé muy mal, pero el tiempo lo va curando todo. Ahora tengo respeto, eso sí. Regreso después de las navidades y sí tengo esa sensación de desconfianza.

-¿Y su familia? ¿Qué le dice?

-Mi mujer y mis hijas llegaron a pedirme que lo dejara cuando llegué a casa después de lo ocurrido. Pero ¿dónde voy yo ahora? No están los tiempos para dejar empleos. Hay que traer dinero a casa y a estas edades es difícil encontrar otra cosa. Cuando me marché la última vez, las niñas se quedaron bastante afectadas. Acababa de ocurrir el secuestro y lo pasaron muy mal, pero la vida sigue.

-Estará deseando jubilarse.

-Todavía me quedan siete años que seguramente serán muy largos.