Las peores previsiones se confirmaron en Irlanda. El referéndum en el que los ciudadanos debían respaldar o rechazar el Tratado de Lisboa y para el que los principales partidos y asociaciones pedían el "sí" terminó saldándose con un 53,4% de votos negativos, y una relativamente alta tasa de participación de más del 51%. Irlanda, el único país que decidió recurrir al plebiscito para sumarse al texto de la UE, ya teme las consecuencias que pueda causar este resultado, algo que según el primer ministro, Brian Cowen, les acarreará una "situación difícil". No obstante, pidió tiempo para analizar sus consecuencias.

De las 43 circunscripciones, sólo ocho apoyaron el Tratado, lo que no bastó para que el "no" se movilizase y sumase el 53,4% de los votos totales. El "sí", al que habían instado desde el Gobierno, se tuvo que conformar con un insuficiente 46,6% de los sufragios, confirmando así lo que ya se venía augurando desde el jueves. Cowen pidió tiempo para analizar los motivos que han llevado a su país a rechazar el texto, algo que "trae consigo una incertidumbre considerable y una situación difícil".

En rueda de prensa, el primer ministro afirmó que "no hay respuesta rápida" al problema generado. "Necesitamos hacer una pausa para observar qué ha ocurrido y por qué, y consultar ampliamente tanto en el país como con nuestros socios europeos", añadió.

Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores, Michéal Martin, achacó estas cifras a la falta de información, porque la gente que acudió a depositar su voto lo hacía pensando "No conozco suficiente este tratado". Más contundente se mostró el titular de Justicia, Brian Lenihan, que se declaró "muy disgustado" por las consecuencias del referéndum, en "un día muy triste para el país y para toda Europa", según informaciones de "The Irish Times". En este sentido, lamentó que Irlanda tiene ahora "un serio problema", aunque hay que "aceptar la decisión de la gente, así es la democracia".

Los irlandeses estaban llamados a acudir a las urnas el jueves, durante las 15 horas en que permanecieron abiertos los colegios electorales. Tras las últimas encuestas que anticipaban un resultado ajustado, los partidos políticos llamaron en bloque a la participación, esgrimiendo la teoría de que la movilización favorecería la aprobación del Tratado. Sin embargo, y aunque la asistencia tampoco fue masiva, tampoco resultó tan baja como se esperaba, al rondar el 51%, lo que demostró los errores de cálculo.

Ahora, Dublín se encoge de hombros mientras mira a Bruselas y le recuerda que el referéndum "no es un voto contra la Unión Europea", como señaló el comisario irlandés Charlie McCreevy, responsable de Mercado Interior y Servicios del Ejecutivo comunitario. En este sentido, dijo "no tener ninguna duda de que la gran mayoría de irlandeses quieren ser participantes comprometidos con la UE", pese a que reconoció la "decepción inevitable" de los Veintisiete por la consulta.