Quienes se sintieron fascinados por sus promesas de ruptura y su peculiar mezcla de energía, modernismo y respeto a los más puros valores republicanos se sienten ahora decepcionados por un presidente que parece haber dilapidado todo el capital político que recibió hace doce meses.

Las razones habría que buscarlas en su afición por exhibir demasiado su vida privada, personalizar en exceso el ejercicio del poder o mostrar cierto desorden en las reformas, todo ello con el telón de fondo de la falta de poder adquisitivo de los franceses, a la que no acaba de dar solución por más que fuera el gran eslogan de su campaña.

Hay quien encuentra la raíz de esta rápida desafección en la manera de ejercer la función presidencial, como asegura el politólogo Pascal Perrineau, que pone de relive también la paradoja de que el bajo nivel de popularidad del jefe del Estado convive con la gran simpatía que despierta su primer ministro, François Fillon, sobre cuyo relevo empieza ya a especularse en la prensa francesa.

"Desde hace un año el presidente ha actuado mucho y ha alterado mucho. Se ha implicado personalmente en asuntos decisivos o menores, rebajando a su primer ministro al rango de colaborador y a su gobierno a una comparsa de figurantes", resume el editorial de 'Le Monde', que lleva el ilustrativo título de 'Demasiado Nicolas, poco Sarkozy'. El presidente se ha embarcado en la reforma de los regímenes especiales de jubilación, que le valió en octubre su primera gran huelga en el transporte público, la desfiscalización de las horas extras, el duro control de la inmigración, la detención a perpetuidad de los delincuentes más peligrosos o la reforma de las Universidades.

Sarkozy no ha dado tregua en su plan reformista y tampoco ha escatimado en propuestas tan sorprendentes como polémicas, como la lectura en los colegios de la carta de Guy Môquet, el joven comunista francés fusilado por los nazis, o la idea de encargar a cada alumno de primaria la memoria de un niño francés víctima del Holocausto.

Igual de polémica ha sido su visión del "laicismo positivo" que ha levantado ampollas en un país que no discute el principio republicano del la laicidad del Estado o la particular apropiación que hizo del término 'política de civilización', del sociólogo Edgar Morin. Pero lo que sin duda le hizo cosechar la crítica unánimde de todo el espectro social y político francés fue la desafortunada y ya famosa frase pronunciada en la Feria de la Agricultura el pasado 23 de febrero cuando llamó "gilipollas" a un visitante que se negó a estrechar su mano.

GOLPES DE EFECTO

A todo ello hay que añadir el afán de protagonismo y la afición por los golpes de efecto. El primero de ellos, apenas dos meses después de llegar a la presidencia fue la liberación de las enfermeras búlgaras en la que su entonces esposa Cécilia tuvo un papel destacado.

El 18 de octubre, coincidiendo con su primera gran huelga, anuncia su divorcio y el 4 de noviembre viaja por sorpresa a Chad para traerse consigo a Madrid a las cuatro azafatas españolas retenidas en el país africano por la crisis abierta con la organización 'El Arca de Zoé', que pretendía trasladar a Francia a niños supuestamente huérfanos. Y el pasado 2 de febrero, tras un aireado y publicitado romance con paseos por Egipto y Jordania incluídos, Sarkozy se casa con la cantante y ex modelo Carla Bruni.

El primer aviso serio llega con las elecciones municipales, celebradas el pasado marzo en las que la derecha cosecha una severa derrota que se interpreta como un voto de castigo al presidente y le lleva a modular su estilo, hacerlo más "presidencial" y medir más sus apariciones públicas.

Pero todavía no ha logrado volver a conquistar a sus conciudadanos. Consciente de que prensa y oposición se han apresurado a trazar el balance de su primer año al frente de la presidencia, el jefe del Estado galo intentará hoy recuperar la confianza de la opinión pública durante una entrevista retransmitida desde la sala de fiestas del Palacio del Elíseo.

UN AÑO PERDIDO

Mientras, la que fuera su rival en las presidenciales, Ségolène Royal, no dudó en calificar de "año perdido" el primer tramo del quinquenato de Sarkozy. "Francia está en una situación de inseguridad, el relanzamiento económico y la educación debilitados y se ha perdido la credibilidad de la función presidencial", declaró. Royal criticó su concepción "ultracentralista" del poder y su "exhibición permanente y artificial" recordando que "lo tenía todo en sus manos para triunfar: una mayoría parlamentaria y la confianza de los franceses". En definitiva, Royal espera que Sarkozy dé marcha atrás y elimine las medidas fiscales más injustas e ineficaces para que el país vuelva a tener "margen de maniobra".

Para el centrista y también ex candidato presidencial, François Bayrou, la razón de la caída de Sarkozy en los sondeos y el fin de la luna de miel con los franceses obedece a que Francia es, dice en 'Le Parisien', "un pueblo de ciudadanos que quiere profundidad, no apariencia". "¿Puede un hombre cambiar en el fondo?. Francamente, no lo creo", agrega Bayrou.

Entre los políticos que han puntuado a Sarkozy está la vicepresidenta del Frente Nacional, Marien Le Pen, que no duda en darle un "cero" a su política porque, a su juicio, el presidente "no sabe dónde va".