Agencias / ciudad del vaticano

El Papa afirma en su primera encíclica que el amor por excelencia es entre un hombre y una mujer, que la Iglesia no puede sustituir al Estado a la hora de buscar la justicia y que el "sueño marxista se ha desvanecido".

"Deus caritas est" fue hecha pública ayer por el Vaticano, nueve meses después de la elección de Benedicto XVI como Papa, y trata del amor a Dios y de la caridad eclesiástica. Se trata de una carta solemne que dirige el Papa a los obispos y fieles católicos del mundo con la que trata de suscitar en el hombre un "compromiso y una respuesta" de amor a Dios. En el ensayo, el Papa reivindica el amor erótico entre un hombre y una mujer, pero advierte de la necesidad de que se vea acompañado por un amor más espiritual, para evitar que el sexo se convierta en mercancía.

"Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales para suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino", dice el Santo Padre en la introducción.

Esta carta sobre el amor divino visto como fundamento de la misión eclesial de la caridad, y que ha sido traducida al español, portugués, alemán, inglés, francés e italiano, consta de dos partes, tituladas "La unidad del amor en la creación y en la historia de la salvación" y "Cáritas, el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como comunidad de amor", que se unen a una "Introducción" y una "Conclusión", sumando todo ello 27 páginas.

Benedicto XVI comienza este documento con unas palabras de la Primera carta de Juan: "Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él", y destaca que "en mi primera encíclica deseo hablar de amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar". El Papa justifica su deseo de hablar de amor ante "un mundo en el que, a veces, se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio y la violencia".

El Sumo Pontífice afirma que de entre el amor a la patria, a la profesión , al trabajo, a la familia o a los amigos, "destaca el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible".

Explicando la Encíclica, Monseñor Levada comentó que se trata de un "texto fuerte" y que "quiere oponerse al uso equivocado del nombre de Dios y la ambigüedad de la noción del amor".