La combinación mortal de productos químicos inyectada por las autoridades del "corredor de la muerte" de la prisión de San Quintín, en la bahía de San Francisco, detuvo el corazón de Williams poco después de la medianoche, tal y como estaba previsto.

El reo de 51 años y raza negra rechazó la tristemente célebre última cena y la compañía de un consejero espiritual, según un portavoz de la prisión.

Aunque inicialmente dijo que no quería que ningún allegado estuviese presente en su ejecución, finalmente tuvo cinco testigos: la editora de sus libros, Barbara Becnel, y cuatro miembros de su equipo legal.

Los funcionarios de la prisión dieron acceso a 39 testigos, entre ellos 17 periodistas. A media tarde, Williams recibió ropa limpia y fue llevado a una habitación donde estuvo supervisado en todo momento por guardias de la prisión.

Los funcionarios señalaron que Williams pasó el resto del tiempo viendo la televisión y leyendo algunas de las 50 cartas que recibió el lunes con matasellos de lugares tan lejanos como Italia o Israel.

Un portavoz de la prisión señaló que Williams parecía calmado y animado, a pesar de que no comió nada en todo el día excepto cereales con leche.

A Williams no le quedaban ya esperanzas después de que el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, denegase el lunes conmutarle la pena capital por cadena perpetua y de que dos tribunales de California y el Supremo de EEUU declinasen intervenir.

Con su muerte, desaparece un personaje controvertido, que en los últimos tiempos se convirtió en símbolo contra la pena de muerte y atrajo una legión de seguidores.

Fundador en su adolescencia de la banda callejera de Los Angeles "Crips", Williams fue propuesto en seis ocasiones por sus partidarios para el Nobel de la Paz, y la serie de libros para niños que escribió durante su larga estancia en prisión le valieron una "propuesta" para el Nobel de Literatura.