- ¿Cómo llegó, desde su Vigo natal, a un laboratorio de Tejas?

- Desde que empecé la carrera de Biología, en Vigo, tenía claro que quería dedicarme a la investigación. Al principio estaba desorientada. Entrar a formar parte de un departamento de la Universidad parecía lo máximo, pero necesitaba una beca y era difícil conseguirla. La doctora Carmen Navarro, del Meixoeiro, fue la primera en confiar en mí. Trabajé con ella en una investigación sobre el diagnóstico de enfermedades neuromusculares y a partir de ahí entré en contacto con las investigaciones sobre priones. Claudio Soto me ofreció trabajar durante dos meses en esta técnica en un laboratorio de Madrid con el que colaboraba, y posteriormente me ofreció hacer la tesis sobre este tema en su laboratorio, en Tejas, y creo que también realizaré aquí el postdoctorado.

-El éxodo de investigadores españoles es habitual.

-En España es habitual estar investigando mucho tiempo sin una beca, un contrato ni nada. En otros países eso se cuida mucho más. Por ejemplo aquí, en la Universidad de Tejas, todos los estudiantes que están realizando una investigación tienen algún tipo de financiación. Yo, desde el principio, tengo un contrato.

-Tantas horas de trabajo en un laboratorio, años en busca de respuestas... ¿es difícil mantener la calma?

-Hay momentos muy duros, en los que parece que no va a salir adelante, pero yo siempre tuve el apoyo de mi marido, también biólogo, y mi familia. Todo merece la pena al ver que tanto trabajo tiene una aplicación.