Damocles era un cortesano de Dionisio el Antiguo, tirano de Siracusa. Como no cesaba de ponderar la suerte que tenía el rey, éste, para desengañarlo, le cedió por un día el trono. Al sentarse en él, Damocles observó horrorizado que sobre su cabeza pendía una espada colgada de un hilo. Desde entonces comprendió lo efímera que puede ser la prosperidad del tirano.

El proyecto de Ley Orgánica de Educación, enmendado en la Comisión Parlamentaria, y recientemente aprobado por el Pleno del Congreso, sigue suscitando honda preocupación. Aunque atenuada en algunos aspectos, no ha sido debidamente subsanada la concepción estatalista de la educación, que atropella la libertad de enseñanza, y que lastra el conjunto del texto legal.

Pero es que además el proyecto enmendado, en la exposición de motivos, ha introducido una eufemística alusión a la ideología de género que provoca nuevos motivos de inquietud pues, de seguir adelante, lógicamente pasará a formar parte de los contenidos de la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía, lo que supondrá una intolerable indoctrinación obligatoria. Dicho en román paladino: será obligatorio enseñar la homosexualidad a los niños.

Si, a pesar del reducido número de bodas homosexuales que se han celebrado desde que entró en vigor la ley que las autoriza, han sido varios los funcionarios públicos que se han negado, por razones de conciencia, a oficiar dichas ceremonias, ¿alguien se imagina el lío que se va a armar cuando los profesores se vean en la tesitura de tener que inculcar la homosexualidad a los niños, y se nieguen a negar que los actos homosexuales son objetivamente desordenados?

Aún estamos a tiempo de evitarlo. El proyecto de Ley todavía puede ser modificado en la Cámara de representación territorial. ¿No sería mejor que el Senado dejase la Ley más limpia que una patena antes de devolverla al Congreso para su aprobación definitiva? Los padres de la patria tienen la palabra. Es que si no, los pobres profesores van a tener que desempeñar su nobilísima profesión bajo la permanente amenaza de la espada de Damocles.

José Manuel Castro Quinteiro - Vigo