En el dominical de El País, le hacen una entrevista a la escritora y periodista austriaca Gítta Sereny , autora de conocidos libros sobre el fenómeno nazi. A sus 82 años, plenos de lucidez, Sereny cuenta sus impresiones sobre los diálogos que pudo mantener con Franz Stangl, el siniestro comandante del campo de exterminio de Treblinka, y con Albert Speer, el que fuera arquitecto favorito de Hitler. Al primero lo pudo tratar durante el tiempo que transcurrió entre su detención y posterior ejecución, y al segundo después de que cumpliera una condena de veinte años de cárcel en el juicio de Nuremberg. De Stangl, un frío asesino que condujo a la muerte a miles de personas, destaca su absoluta monstruosidad moral. "Me reconoció -dice- que dejó de comer carne en Brasil, donde había huido, cuando vio un vagón de ganado camino del matadero y los ojos de las reses le recordaron a los condenados que recibía en Treblinka". De Speer, un artista que no tuvo contacto directo con las operaciones de exterminio, resalta su atracción casi paterno filial hacia la figura de Hitler y la actitud cobarde que le hizo cerrar los ojos ante lo que estaba sucediendo. (Como tanta otra gente en Alemania, durante aquellos años terribles). Pero, aparte de algunos detalles macabros, lo más interesante de la entrevista no son las respuestas que da la veterana escritora si no las preguntas que se hace. Concretamente estas dos: ¿por qué un hombre se convierte en un malvado sin asomo de remordimiento?, y ¿por qué Hitler odiaba a los judíos? De la primera cuestión -sobre la que hay mucha literatura psiquiátrica- ella llega a concluir que "una vez te has corrompido moralmente ya no hay vuelta atrás". Y en cuanto a la segunda, no tiene ninguna explicación valida, salvo la muy improbable de que la madre del Führer hubiera muerto tras ser tratada por un médico judío. Las razones, o sinrazones, del odio de Hitler hacia los judíos han dado lugar a bastantes especulaciones. El escritor alemán Sebastián Haffner en un libro escrito desde el exilio antes de 1940, dice que el auténtico vínculo de unión entre los nazis era el compromiso de perseguir, robar y asesinar a los indefensos. "Que el objeto de adiestramiento sean los judíos carece de importancia: son una comunidad pequeña, sin raíces, y al mismo tiempo inteligente que, por así decirlo, está a mano. También podrían haber servido otros grupos, pero la casualidad ha querido que fueran los judíos". No lo ve en cambio así, otro alemán de adopción, Joseph Roth, que también desde el exilio y por los mismos años, le reprochaba a la comunidad judía que hubiesen creído en la Alemania de los libros -una minoría- mientras estaban a punto de llegar al poder los bárbaros que los quemaban. Especular sobre las raíces del odio y de las obsesiones patológicas es un asunto inacabable Lo que sí parece evidente es que la vesania de los nazis no se dirigió sólo contra los ciudadanos europeos de religión judía. Agredieron a todos los que creían poder derrotar hasta que fueron ellos mismos los derrotados.