La previsible liberación del peaje de Rande será, además de un acto de justicia, una gran noticia para la población del Morrazo, que hasta para ir al hospital necesita pagar el puente. Para la de Vigo, en cambio, tan urgente como rescatar ese tramo de AP-9 sería hacerlo con el que conduce a Redondela, que, con sus 65 céntimos y su penoso estado, mantiene la peor relación calidad-precio de la red de autopistas de España.

Si el Ayuntamiento dispusiera de un mínimo de reflejos, habría planteado la reivindicación ahora que Fomento ha abierto el melón de los peajes, en lugar de esperar que caiga del cielo lo que no se ha solicitado. De lo contrario, deberá esperar otros veinticinco años para solucionar le humillación de un peaje escandalosamente caro por una autopista clamorosamente abandonada que atraviesa una zona incuestionablemente céntrica. No le basta a Audasa con cobrarnos un potosí; además, permite que la maleza, los baches y las más flagrante ausencia de mantenimiento degraden una de las principales entradas de la ciudad.

Autopistas del Atlántico retiene con uñas y dientes un tramo en la que no invierte un euro, pero en cambio se resiste con obstinación a completar los enlaces de Buenos Aires y Torres de Padín, que permitirían aliviar el insoportable tráfico de calles como Sanjurjo Badía o Travesía de Vigo. Aunque tal vez la culpa no sea tanto suya como de quienes siempre reivindican a destiempo.

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