De modo que, cumplida casi la mitad de ese periodo de cien días que los anglosajones inventaron como de gracia para un gobierno de estreno, quizá sea tiempo no para hacer balance, sino más bien alguna reflexión sobre cómo marcha el de aquí. Que en plazo tan menguado, al decir de sus trovadores, apenas pudo hacer otra cosa que apagar incendios -sobre todo forestales: alguno, político, no pasa por ahora de conato- y perfilar unos cuantos proyectos lo que no le ha impedido, sin embargo, poner el punto en alguna í.

Los observadores neutrales, que alguno queda, han dicho precisamente que ese punto sugiere que convendría revisar el orden de prioridades. Porque no es serio que no haya aún fecha para la primera reunión del pacto por el empleo y sin embargo se haya fijado la de navidades para un partido de la nonnata selección gallega de fútbol. Y no es lógico que, en vez de frenar la venta de activo industrial en Ferrol, por ejemplo, se potencie en Pontevedra gracias a la estúpida ofensiva por el traslado de Ence, cuando ni se sabe aún a dónde.

Es cierto, desde luego, que podría ser de aplicación el refrán que aconseja no mezclar con las témporas el lugar donde la espalda pierde su casto nombre, pero recordar lo que hay, y sobre todo lo que aún no hay, puede ser un ejercicio saludable si se acepta con el mismo espíritu constructivo con que se plantea. Sobre todo si se demuestra la buena voluntad al no insistir demasiado en el hecho de que lo que hay satisface más el "área Bloque" que la del PSOE. Pero pelillos a la mar.

En este punto, y tras insistir en que quizá no estuviere de más que por quien corresponda se reflexione acerca de qué prioridades se establecieron y cuáles se están palpando, tampoco estorbaría una referencia a lo que puede notarse en el conjunto de quienes votaron a a la izquierda y de no pocos de los que no: hay prisa por certificar que el cambio se ha producido, y que significa ir a mejor. Desde un punto de vista en que no se reclaman milagros sino sencillamente poca demagogia y menos aún gestos folklóricos que apenas cabrían en los programas estrella en la actual TVG.

Respetando otras opiniones en contrario, y aceptando que el final de este año será la frontera a partir de la cual puedan exigirse hechos -especialmente en los Presupuestos de la Xunta para 2006- no parece que una cierta impaciencia resulte criticable, ni desdeñable la conseja de que se escojan mejor algunos asuntos en los que se ha puesto hasta ahora el acento. Lo del fútbol no está mal, sobre todo si va acompañado de una política que fomente de verdad el deporte en su conjunto, lo que hasta ahora no se ha visto, y las proclamas "tipo Lourizán" del señor presidente tampoco, si recordase que lo primero que prometió fue gobernar para todos, y no sólo para sus socios de gobierno.

¿Eh...?