Buena parte de la opinión pública española sigue perpleja por las reacciones que se han suscitado en Gran Bretaña con los atentados terroristas del pasado jueves: ¿Cómo es posible que se haya tardado tanto en llegar al punto en que se encontraba el vagón con las víctimas del Metro? ¿Cómo se ha podido tardar tanto hasta hacer públicas las listas de los muertos identificados? ¿Cómo han podido simultanear el dolor por los atentados con las celebraciones del 60 aniversario del final de la II Guerra Mundial? Qué escaso protagonismo tienen los responsables políticos, que todo lo dejan en manos de los responsables policiales...

Y, sin embargo, y a pesar de las apariencias, creen saber algunas fuentes que las autoridades británicas tienen ya prácticamente resuelto el caso policialmente hablando, aunque apenas haya trascendido ningún detalle. Por cierto, que según lo que ha trascendido, los explosivos empleados también habrían podido proceder de alguna zona minera de Gales. Y parece que también en Londres alguno de los implicados tenía que ver con locutorios y compra venta de tarjetas de teléfonos móviles.

Con toda probabilidad, en ningún otro país se ha seguido con tanto detalle el caso de los atentados británicos como en el nuestro. Aquí hemos tenido oportunidad de revivir escenas ya conocidas y que pasaron al registro de las `inolvidables´. Las comparaciones han sido permanentes sobre cómo han actuado las autoridades o los ciudadanos de Londres y Madrid. En mayor medida se presta atención a lo sucedido en Londres cuando un informe del Ministerio del Interior considera no descartable que pudiera repetirse otro 11-M o 7-J. En realidad, se insiste en los referidos medios de Interior en que, si bien los meses transcurridos parecían haber alejado una eventual amenaza, sin embargo, la amenaza nunca ha dejado de planear. Y recuerdan que si bien España retiró sus tropas de Irak, las mantiene activas y crecientes en número en Afganistán, sin duda uno de los elementos de riesgo para cualquier país.

Ahora parece probable que la Unión Europea, en su conjunto, comience a adoptar algunas medidas que empiecen a dificultar los movimientos de los islamistas fanáticos. Es probable que, en adelante, se refuerce la colaboración entre las poli-cías de distintos países y se intercambien informaciones sobre los individuos más sospechosos. El hecho de que Tony Blair presida este semestre la Unión impulsará algunos planteamientos en ese sentido. Por ejemplo, un cierto control de las comunicaciones, en los mensajes en el móvil y los correos electrónicos.

No es improbable que se reabra el debate social sobre "más seguridad colectiva, a cambio de menos libertades personales y públicas". Está muy extendida la idea de que algo hay que hacer, y pronto, para evitar que las matanzas de los fanáticos se produzcan en las ciudades ya afectadas o en otras. Otra cosa es que haya coincidencia en determinar por dónde se empieza y quién dirige esas iniciativas. Pero no cabe duda de que Tony Blair está ejerciendo, en los últimos tiempos, y comprobado el bajo nivel político de Chirac y Schrder, un indiscutible liderazgo de la Unión.