El Gobierno de Prodi emprendió ayer de nuevo su tortuoso camino tras lograr el definitivo voto de confianza del Parlamento, con el que se ha cerrado la crisis desplegada tras el rechazo de su política exterior, pero no se ha solucionado el problema de fondo: la debilidad y división del centro-izquierda.

La debilidad se debe a que La Unión -la variopinta coalición de 16 partidos que van desde democristianos a comunistas ortodoxos- sólo tiene dos senadores más que los conservadores (158 frente a 156) y basta que uno de ellos no sigan las directrices marcadas para que se tambalee el Ejecutivo.

La "culpa" la tiene en parte la ley electoral ideada por Silvio Berlusconi, que la impuso en la pasada legislatura convencido de que le garantizaría por lo menos otros cinco años más en el poder, pero al final el invento se rebeló contra el inventor.