Un joven arquitecto, Iago Lenguas Bugallal, me da una versión muy inteligente sobre el fenómeno del llamado "feísmo". Yo le había expuesto previamente mi teoría sobre el nacimiento del estilo "caixon", que situaba en Carballo, en una etapa comprendida entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, coincidiendo con el inicio del desarrollismo económico franquista. Tiempos de penuria, pluriempleo, e inventos extravagantes, que dieron lugar a realizaciones tan ingeniosas como el biscuter, el "chupachups", el futbolín, la fregona, y el coito pre-nupcial sin penetración, una maravilla erótica, desconocida en el "kamasutra", y que es la expresión máxima del quiero, no debo y no puedo, que tanto nos ha mortificado. Le decía yo a Iago que los creadores del estilo "caixon" fueron aquella clase de campesinos que reconvertidos en constructores, le aplicaron al urbanismo los mismos criterios que al cultivo de la tierra. Ellos, por una mentalidad agrícola de siglos, estaban acostumbrados a sembrar y hacer crecer todo tipo de plantas. Las plantas, ya se sabe, prosperan dentro de un proceso natural perfectamente establecido que las obliga a seguir unas pautas de desarrollo morfológico previsible. Quiero decir que, si usted planta unas patatas, no le salen en la huerta unas lechugas, y si planta unas lechugas estas sacan unas hojas que no se parecen en nada a las de los limoneros, salvo en el verde de la coloración. Y ese estricto canon morfológico simplifica mucho la tarea y nos evita bastantes quebraderos de cabeza. Porque no sabemos lo que hubiéramos acabado por cosechar si la agricultura precisase de una planificación previa como la arquitectura, y la obra final fuera el resultado de un proyecto perfectamente dibujado. Es muy posible que la humanidad ya hubiera perecido de hambre. Así pues, aquellos campesinos reconvertidos en constructores llegaron a la conclusión práctica de que lo más importante de las casas que hacían crecer sobre los solares previamente adquiridos es que no se cayeran, aunque su aspecto exterior no difiriese mucho de la de una caja de cartón con agujeros. Y así, de esta forma tan sencilla, como espontánea y sin complicaciones, nació el estilo "caixon", que desde la comarca de Carballo se extendió después a toda Galicia y ya amenaza la raya de Asturias y la de León. Yo bien creía que se trataba de una creación original y autóctona digna de estudio desde varios ángulos, pero Iago Lenguas me abre una perspectiva imprevista. Él, que conoce bien Galicia y varios países del Magreb y de Oriente Medio, me dice que el "feísmo" gallego es muy parecido al "feísmo" de aquellos lugares. Y encuentra entre ellos rasgos comunes como el arraigado concepto de la propiedad individual, la construcción sobre terreno propio, la disponibilidad de materiales relativamente baratos, la emigración, la desestructuración social, y el padecimiento de continuas catástrofes, que se sufren como un castigo inexplicable impuesto por unos dioses ciegos y coléricos. Luego, se extiende en consideraciones muy divertidas, que dejo para otro día porque la cosa tiene miga.