CELTA 0 - 2 ESPANYOL

CELTA: Pinto; Angel, Contreras, Tamas, Areias; Jorge (Nené, m.52) Oubiña, Iriney (Jonathan Aspas, m.63), Canobbio; Guayre (Gustavo López, m.46) y Bamogo.

ESPANYOL: Kameni; David García (Ito, m.71), Torrejón, LaCruz, Chica; Rufete, Moisés (Velasco, m.72), De la Peña, Moha (Riera, m.82); Luis García y Pandiani.

GOLES: 0 -1. Min. 23: Tamas despeja mal dos veces consecutivas y Luis García marca. 0-2. Min. 57: Contragolpe del Espanyol por la banda derecha, Rufete cede para Pandiani quien supera a a Pinto con su sutil toque de balón.

ÁRBITRO: Pérez Lasa, del Comité vasco. Asistido en las bandas por Laviña Plagaro y Didal Felani.

INCIDENCIAS: 10.000 espectadores en el estadio de Balaídos. Terreno de juego en aceptables condiciones.

Juan Carlos Álvarez / Vigo

El Celta no encuentra el fondo del pozo en el que se ha metido. La situación del equipo empeora cada jornada que pasa y ayer despidió el domingo desde los puestos de descenso tras escenificar un nuevo ejercicio de impotencia ante un Espanyol que se llevó el triunfo de Balaídos sin mancharse la camiseta. La ratificación "sin condiciones" del técnico el pasado lunes no ha tenido efecto alguno en la grada -que ratificó ayer su división en torno a la figura del entrenador- y mucho menos en el equipo, que sigue paseando su languidez cada domingo, carece de recursos para resolver los partidos y concede continuamente regalos en defensa impropios de un conjunto de esta categoría. Una ruina, en definitiva. Ayer tuvieron un ligero repunte en la actitud, pero su forma de acusar los golpes es la misma de aquellos que se sienten desahuciados y así es imposible salir del descomunal hoyo que se han ido cavando semana tras semana. En Vigo ya parece inevitable vivir un final de temporada trágico.

Tal vez motivado por la ratificación del consejo del pasado lunes Fernando Vázquez dio la impresión de sentirse liberado para meter mano en el equipo y revolucionar la alineación de arriba a abajo. Entró Areias por Placente pero lo más novedoso fue que el técnico cambió el esquema para jugar con dos delanteros (Guayre y el otro debutante Bamogo) y que sentó en el banquillo a Nené y Gustavo para que Jorge y Canobbio ejercieran de medias puntas. El entusiasmo que suelen generar las caras nuevas y las llamadas a la reacción de los últimos días hicieron creer a la gente que verían un partido diferente de lo que han sufrido en las últimas semanas. Los vigueses empujaron, Areias se asomó al campo rival para poner un par de centros intencionados; Canobbio también amagó con regresar de la parálisis que vive su fútbol en los últimos meses; Bamogo le puso trabajo y esfuerzo a sus intervenciones; y el Celta pareció querer encerrar al Espanyol en torno a Kameni. Un espejismo. Lo que ocurre es que los vigueses son incapaces de librarse de sus miedos. Les pueden. Mentalmente son un desastre porque el equipo tiene una peligrosa tendencia a la autodestrucción. Quien mejor la personificó ayer fue Tamas. El rumano, incomprensible titular, realizó dos despejes de risa en la misma jugada hasta que Luis García acertó con la portería de Pinto. El defensa, que tampoco tuvo un en Contreras a un aliado, parecía obsesionado con que la jugada terminase en gol y así fue. El Celta reaccionó como lo hacen los equipos melancólicos. Se quedó medio muerto en mitad del campo. Dio la sensación de querer irse con cierta timidez hacia la portería de Kameni, puso centros inofensivos, disparó desde lejos, pero apenas obligó a trabajar al meta camerunés. Lo del Celta era un esfuerzo inútil porque casi nadie fue capaz de presentarse a los ojos de la afición como el salvador de la situación, el jugador que aparecería para sacar al equipo de la grave crisis en la que se ha metido. Faltó rabia, coraje en esos momentos para transmitir que la remontada era una posibilidad real y no una mera ilusión propia de lunáticos.

Entra Gustavo López

En el segundo tiempo Guayre se quedó en el banquillo y apareció en escena Gustavo López que por primera vez en mucho tiempo, aprovechando la ausencia de Nené, jugó en su carril natural, el izquierdo. El argentino protagonizó una irrupción estelar en el partido. Encaró, disparó, puso dos grandes centros y el equipo amenazó con rehacerse. Vázquez se vino arriba y echó mano de otro de sus recursos: Nené. El problema fue que eso implicaba cambiar de banda a Gustavo López, un error teniendo en cuenta que el argentino estaba siendo el futbolista que estaba levantando al equipo y a la grada. Por si fuera poco el Celta volvió a conceder un contragolpe sencillo al Espanyol para que entre Rufete y Pandiani fabricasen el segundo tanto. La demostración de que ahora mismo al Celta lo tumban con un soplido, con una pared, con dos pases, con una simpleza. Al Celta, con la amenaza de que el estadio acabase estallando, no le quedó más que la heroica. Vázquez sacó a Jonathan en el papel de delantero; se quedó sin un pivote y el equipo se entregó a un ataque tan desesperado como desordenado. Encontraron dos claras ocasiones (tanto Bamogo como Jonathan se estrellaron contra el excelente Kameni) y en ese tramo agradecieron que el Espanyol no quisiese hacer sangre porque la herida podría haber sido aún peor. Para cerrar una patética tarde una tontería de Tamas acabó con la expulsión del rumano. Al menos a los vigueses hay que agradecerles que en inferioridad tanto numérica como mental tratasen de buscar la portería contraria. Si les queda algo de dignidad es lo menos que se les puede reclamar. Una jornada más el Celta sigue hundiéndose en un pozo al que se ha empeñado en conocer su profundidad. Cada semana después de los partidos se escucha el mismo discurso al entrenador: que están capacitados para sacar esto adelante. Pues viéndoles jugar, cuesta trabajo creérselo.