Hace sólo unos días que nos ha dejado doña Elvira, la maestra. Para los que somos de Salceda de Caselas sabemos que como muchas otras personas que nos han dejado últimamente, se nos ha ido una parte de la esencia de nuestro pueblo.

Ahora que estamos en pleno crecimiento y que a diario nos encontramos con gente a la que apenas conocemos, personas como doña Elvira las sentíamos como parte de la familia. Y digo esto, no sólo porque cada vez que saludaba lo hacía con una vitalidad y alegría que contagiaba, a pesar de rondar los 90 o por tener una conversación fluida y amena que para sí quisieran la mayoría de los más jóvenes que ella.

Era parte de la familia porque llevo oyendo hablar de ella toda mi vida. Primero por la cercanía a mi familia pero sobre todo porque varias generaciones salcedenses se educaron bajo su magisterio. Yo no tuve el honor de ser alumno suyo, sí muchos de mis amigos, y el sentimiento general era de admiración. Siendo nieto, hijo, sobrino, yerno, marido y hermano de maestros quizás influya en que admire más a este tipo de profesoras de pueblo que eran destinadas a cientos de kilómetros de sus hogares y que hacían bueno el dicho de que se "pasaba más hambre que un maestro de escuela", pero que eran maestros con mayúsculas... autoritarios cuando era necesario, cariñosos todo el día, y sin estimar esfuerzos y horarios para cumplir su función docente no sólo en horario escolar, sino las 24 horas del día. Porque este pueblo sería distinto sin personas como ella, por tratarnos a diario como si fuésemos sus propios nietos, porque a pesar de no haber nacido aquí, querer pasar hasta tu último día en Salceda y por muchísimos más motivos, gracias, doña Elvira.

Humberto Rey González - Salceda de Caselas