El caos del tránsito aéreo propio de estos días y la niebla atlántica se conjuraron para convertir nuevamente un viaje del Celta en una odisea de varias horas de duración. No tiene suerte el club celeste con los chárters. Contratados para acelerar los regresos, se han convertido en otro elemento de desgaste de la plantilla. Primer fue en Newcastle y ayer, en la vuelta de Valencia.

El avión que transportaba al equipo salió de Manises el domingo, tras el choque, y sobrevolaba Zamora cuando el capitán anunció que Peinador estaba cerrado por las condiciones meteorológicas y que giraban hacia Madrid. No le valieron como alternativa ni Santiago, también cerrado, ni Oporto, que según el piloto también presentaba problemas de visibilidad y burocráticos. Y además, andaban justos de combustible. Explicaciones confusas que no convencieron del todo al pasaje. Ciertamente Peinador cerró, pero sólo durante un tiempo.

El caso es que la expedición llegó a Barajas y pernoctó en un hotel próximo, al que accedió pasadas las doce de la noche. A la mañana siguiente, a las ocho, todos estaban puntuales en el autobús. Se suponía que saldrían pronto. Pero en el autobús se quedaron, al menos durante una hora, porque ni había permiso de salida ni se sabía de qué terminal.

Finalmente llegaron a la T-2, donde los viajeros se desparramaron por el suelo. La facturación se realizó en un mostrador de la T-1, todos a la carrera hacía allí (donde están los afectados de Air Madrid), y el embarque por una puerta correspondiente a la T-2, otra vez hacia el punto original

Entre trámites y paseos se consumió el tiempo. Al final, el conjunto llegó a Vigo a las 14.00, quince horas después de lo previsto. Habrían podido ir y volver en coche a Valencia en ese tiempo. O casi cruzar el mundo en avión.