Anxo Martínez / O Salnés

Los tubos que conducen el agua de los montes y de los arroyos por debajo de la vía rápida de O Salnés se caen a pedazos. Algunos se encuentran en tal mal estado que ha habido que llenarlos de puntales por dentro para evitar que se hundan bajo una capa de tierra y asfalto.

Eso es lo que dice la conselleira de Política Territorial, María Xosé Caride, y las fotografías que mostró ayer en Cambados, a donde se desplazó para anunciar que la vía rápida va a estar cortada entre Ribadumia y Sanxenxo -10 kilómetros- hasta el mes de abril del año que viene.

Antes de comparecer ante los medios de comunicación, Caride estuvo reunida hora y media con los alcaldes de la comarca, y algunos de ellos casi salieron pálidos al conocer la noticia. Y no es para menos, porque el tramo que va a estar cortado es la espina dorsal de esta carretera, pues es la que da servicio a las dos grandes localidades turísticas de O Salnés: Sanxenxo y O Grove.

Un colapso repentino

María Xosé Caride explicó que su departamento ya conocía el mal estado de algunos de estos tubos -que son de chapa supuestamente galvanizada- y que de hecho estaba previsto sustituirlos por otros de hormigón armado a medida que se iba construyendo la autovía. "Pero algunos colapsaron antes de lo previsto", declaró.

Para avalar sus tesis, la conselleira presentó algunas fotos tomadas en los últimos días a estos tubos. Algunos están apuntalados para que no se hundan; en otros la presión de la tierra los ha deformado ostensiblemente; en otros casos aparecen corroídos por el óxido. Por si esto fuese poco, añadió la conselleira, estos tubos están asentados directamente bajo la tierra, cuando deberían contar con medidas protectoras, como un forro de hormigón o un marco de ese mismo material.

En concreto, Caride afirmó que hay dos "puntos críticos", entre Ribadumia y Sanxenxo, en los kilómetros 14 y 16 "que deben ser abordados inmediatamente". Alegó que en esos dos lugares habrá que construir dos grandes marcos de hormigón que permitirán el paso del triple de cantidad de agua que ahora. Así, habrá que retirar todos los tubos metálicos y cambiarlos por otros de hormigón. El coste estimado de la obra es de 8 millones de euros.