El puerto exterior de Vigo tiene nombre: se llama Bouzas, y es exterior en la medida en que está más cerca de la boca de la ría que Guixar o el Areal. Así está en el espíritu y en la letra del informe técnico que la Autoridad Portuaria y el Ayuntamiento han elaborado sobre el futuro del puerto, un documento que a partir de ahora quedará bajo el criterio de Abel Caballero. Por primera vez en la historia de Vigo, a las dos principales instituciones de la ciudad se les ha dado por planificar, lo que constituye una gran noticia, aunque quizás insuficiente.

La tendencia general de las ciudades portuarias consiste en alejar sus tinglados a zonas menos pobladas, con la consiguiente reconciliación con el mar de las más urbanas. En España, es lo que ha permitido que se levantara el Guggenheim en Bilbao, la recuperación de playas en Gijón o el proyecto de urbanización del frente portuario de A Coruña. Se trata en todos los casos de proyectos ambiciosos, en los que se han implicado todas las administraciones y caracterizados por una previsión a muy largo plazo.

El largo plazo se reduce en Vigo a quince años -las obras y pocos más- y la condición de exterior se limita a Bouzas. Así que las conclusiones de la comisión del borde litoral se pueden considerar generosas si se contrastan con la tradición de Vigo, pero ridículas en comparación con Bilbao, Gijón o A Coruña. Porque si es cierto que nunca hasta ahora la Autoridad Portuaria había entendido las necesidades de la ciudad, también lo es que ofrece espacios que mayoritariamente no le pertenecen y que juega con plazos que obligan a nuevas revisiones. Tiene Abel Caballero materia para la reflexión.

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