El Pazo de Santa Cruz sigue siendo septiembre tras septiembre cita ineludible para devotos. Devotos de Santa Ifigenia, devotos de la buena sidra. En definitiva, devotos de las romerías más tradicionales. Gentes de todos los lugares de la comarca se reunieron entorno a los muros de la capilla que ayer abrió sus puertas para la ocasión a fin de participar en los oficios religiosos y degustar una taza del exquisito jugo de manzana en los diferentes puestos instalados en los exteriores de este marco incomparable, sin duda uno de los rincones más atractivos de Bueu.

El buen tiempo se alió con la jornada festiva seguramente en uno de los últimos domingos veraniegos y permitió a los asistentes disfrutar al detalle de una espléndida mañana de fiesta. El punto álgido se vivió a mediodía, coincidiendo con la misa solemne -de campaña- y la procesión. La imagen negra de Santa Ifigenia fue acompañada por decenas de fieles que más tarde depositarían a sus pies ofrendas económicas y de cera o pasarían por su rostro pañuelos blancos.

Una sonora y rotunda tirada de bombas de palenque -algunas de cuyas cañas hicieron temer por su integridad a más de uno de los presentes al caer en el atiborrado recinto festivo- anunciaba el fin de la ceremonia religiosa, dando paso a la música de la banda buenense. Completó el tradicional cuadro la subasta de los objetos donados a la virgen y que recayeron en manos de los más generosos.

En ese momento, decenas de sedientos atiborraban los puestos de sidra distribuidos junto a los muros del pazo para dar buena cuenta del preciado líquido y, en algunos casos, de las primeras castañas asadas. Cerca de las tres de la tarde, la sidra estaba casi agotada. Los cosecheros empezaron a recoger sus bártulos y el Pazo de Santa Cruz volvió a cerrar sus puertas. El otoño asoma ya.