En esto de las carreras universitarias todo es cuestión de modas. A poco menos de un mes para cerrarse el plazo de matrícula en la Universidad de Vigo tan sólo hay tres alumnos para Filología gallega y doce para la Hispánica. Quiere decirse con ello que no se lleva la literatura igual que no se lleva el estampado de leopardo o la falda plisada. Está comprobado que usted no puede ir por la calle con un pantalón pitillo y calentadores cuando el resto de los mortales viste traje sastre. De la misma manera no se puede estudiar lengua si donde en realidad se cuecen habas es en la pasarela de los números. Para qué va a molestarse uno en hacerse una camisa a medida cuando en Zara las encuentra a patadas. Además está lo del éxito asegurado. Tal y como están las cosas es preferible ir a tiro fijo que arriesgarse a tirar a la papelera cuatro años de una vida.

Las letras, en fin, están en crisis y si nadie lo remedia terminarán vendiéndose a precio de saldo en la sexta del Corte Inglés o, lo que es peor, en los mercadillos del domingo. Hay que tener mucho valor para pasearse por el campus con una asignatura como literatura comparada a la altura del tobillo o con la de lingüística tirándote de la sisa. Te arriesgas a que tus compañeros de telecomunicaciones, por poner un ejemplo, te llamen paleto o que ni siquiera te miren a la cara. Y es que una alumna de empresariales es a las carreras universitarias lo que Naomi Campbell a las pasarelas y una de filología lo que Loli Álvarez a las revistas del corazón. De todos modos, que nadie se lleve a engaño: cualquier temporada de estas los últimos serán los primeros y no habrá Armani que lo remedie.

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