Fuenterrabía - en vasco Hondarribia- es uno de los pueblos mas hermosos del litoral cantábrico. Hace frontera marítimo- fluvial con Francia, dista apenas dos kilómetros de Irún, y poco más de quince de San Sebastián. El casco viejo, sobre una colina, es monumental, y en la parte llana, en paralelo al puerto y a la ría, hay un paseo flanqueado de plátanos donde se concentran los restaurantes, los bares, las sociedades gastronómicas y las casas de los marineros. Cuando hace bueno, en muchos de los balcones y ventanas de esas casas cuelgan las jaulas de los pájaros, y en los días de especial bullicio hay un coro excitado de trinos y gorgoritos que hace muy atractivo el lugar, sobre todo al mediodía y al caer la tarde. Casi en todas partes, como ocurre siempre en Guipúzcoa, se come bien, pero yo tengo un recuerdo especial del cogote de merluza tal y como lo saben tratar en la Cofradía de Pescadores. Pues bien, en esta villa y en la muy cercana de Irún, desde hace cosa de diez años, se viene produciendo unos escándalos monumentales durante la celebración del llamado Alarde, que es un desfile conmemorativo de la victoria de las milicias forales sobre las tropas francesas a principio de los siglos XVI y XVII. Los hombres, ataviados como soldados, y con la clásica txapela sobre la cabeza, desfilan con mosquetones y sables, mientras al frente de cada batallón marcha una mujer con el traje de cantinera. Durante años y años no pasó nada hasta que, en 1996, un grupo de mujeres tomó la iniciativa de reivindicar su participación en el desfile vestidas como los soldados, es decir con los mismos atributos que portaban los hombres. Y allí empezó una guerra de Troya que aún no ha terminado, porque la inmensa mayoría de los habitantes- incluidas las mujeres- no admite que se cambie caprichosamente la tradición, y las hembras se disfracen de varones, so pretexto del derecho constitucional a la igualdad de sexos. "Si seguimos por ese camino -argumentan los opositores- los homosexuales acabaran reivindicando su derecho a participar vestidos de cantineras". El encono entre la facción mayoritaria y la minoritaria ha ido a más con el tiempo y, tal y como ocurrió en el cómico episodio cervantino del rebuzno, cada año hay insultos, lanzamiento de objetos y hasta agresiones contra los participantes en el desfile del batallón travestido, que ha de abrirse paso bajo la protección de las fuerzas de la Etrzaina. En el de este año, estuvo presente el llamado arkateko ( defensor del pueblo vasco), que es un conspicuo militante gay. Visto desde lejos, todo ese lío -que trasciende a relaciones de familia y diferencias ideológicas- es difícil de entender. De un lado está el tradicionalismo conservador de la inmensa mayoría del pueblo vasco, y de otro, el empecinamiento de quienes pretenden extender los derechos sobrepasando los limites naturales. ¿Si lo que se conmemora es una batalla en la que lucharon los hombres a que viene querer disfrazarse ahora como ellos? Cabe preguntarse si correrían a alistarse también, si se repitiese.