Avanzan a buen ritmo la obras de la Estación de Ciencias Marinas que la Universidad de Vigo construye en Toralla, aunque para llegar a esta conclusión haya que pertenecer a la minoría de los que viven en la isla, tienen un barco o creen lo que cuentan los medios de comunicación. El resto del universo deberá guiarse por indicios como el de una grúa que asoma al fondo, que quizá sirva para la construcción de un nuevo chalé. Porque si intenta comprobarlo a pie de obra, una barrera y el señor uniformado que la maneja le impedirá poner los pies en la isla, desde una caseta con un "Propiedad privada, prohibido el paso" que no deja lugar a equívocos.

La alegría de "Leri" cuando conquistó un pedazo de Toralla parece ahora exagerada. En realidad, lo que el desaparecido concejal logró fue mover la barrera al otro extremo del puente, de forma que ahora puede uno pasear por él, intoxicarse con el olor a orines de la antigua caseta de vigilancia y ubicar la toalla en las dos pequeñas playas de la isla. El resto, como reza el cartel, es propiedad privada, en una de las más flagrantes infracciones de la Ley de Costas que uno pueda imaginar.

No es que carezca Toralla de un paseo; es que tanta ha sido la voracidad de -casi todos- los chalés, que sus jardines llegan hasta las mismas rocas, sin dejar ni un triste callejón por el que se puedan colar los no propietarios. En el rural los galpones irregulares caen como moscas, pero el siglo XXI ha entrado de lleno sin que en la isla se atisbe el más mínima propósito de reparar la legalidad.

Quizás no sea sólo al Puerto al que hay que reclamar, ahora que se ha abierto el debate del borde litoral.

pablolopez@farodevigo.es