La flota de bajura afronta una oleada de jubilaciones en los próximos años. Es el retiro de los marineros que se subieron a bordo en la década de los 70 y comienzos de los 80, prolongando en muchos casos una saga familiar de dedicación al mar, que ahora amenaza con verse cortada y con poner en serios aprietos a la flota. "De no ser por la gente que llegó en los últimos años de Senegal, Cabo Verde o Indonesia, buena parte de los barcos estarían amarrados hoy", lamenta el vicepresidente de la Asociación de Palangreros del Cantábrico Noroeste, el gallego Antonio Fernández, que lamenta la falta de relevo entre los más jóvenes.

La flota de bajura lamenta la falta de popularidad que tiene esta profesión entre los más jóvenes. "La gente joven prefiere tener un trabajo de oficina, con aire acondicionado, pero ganando menos de 1.000 euros antes que trabajar aquí. Están renunciado a unos sueldos de 1.500-1.600 euros", critica Saturnino Álvarez, presidente de la Asociación de Palangreros del Cantábrico Noroeste.

Con la renovación de plantilla en el horizonte, el sector aboga por acabar con algunos de los condicionantes que alejan a los más jóvenes de la actividad pesquera. La primera pasaría por inculcar la afición por la pesca entre los más pequeños. "Si amenazas con multar a niños que salen una tarde a pescar con su padre, difícilmente vas a crear afición", recalca Álvarez, que destaca que las condiciones a bordo de ahora nada tienen que ver con las de hace varias décadas. "Cuando empecé, dormía en el barco con plásticos por encima para que no me cayese el agua encima; ahora nada de eso", comenta el presidente de la asociación.

Pese a ofrecer salarios superiores a los de sectores como la hostelería o la construcción, la pesca no termina de atraer la atención de los más jóvenes. La flota de bajura achaca esta situación en parte al cambio de preferencias entre los más jóvenes, pero también a las trabas burocráticas. "La administración se pasa a veces", critica Antonio Fernández. "Hoy en día hay que pasar primero unos cursos que tienen una duración bastante larga y, además, no se dan facilidades porque en Galicia, por ejemplo, apenas se imparten en un puñado de centros", lamenta.

De esta forma, los trabajadores interesados en embarcarse se ven obligados a atravesar una etapa formativa y, además, pagar para obtener esta certificación, a diferencia de lo que ocurre en sectores como la hostelería o la construcción. Por ello el sector pide agilizar esta formación, manteniendo el número de horas, pero impartidas de manera más intensiva y en menos tiempo, para impulsar la llegada de los más jóvenes. De lo contrario, el sector se enfrentaría a una "bomba de relojería", como ilustra Álvarez.