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La flota española retrocede medio siglo en toneladas de pesca frente al apogeo chino

La FAO constata la expansión sin control del gigante asiático, que aumenta en seis años sus capturas -Reino Unido esquiva el declive europeo por los abanderamientos para Gran Sol

La reducción de capacidad y mejora de la eficiencia de los barcos pesqueros es un compromiso europeo que han asumido Noruega, Canadá, Estados Unidos o Chile. También la prohibición de los subsidios a la construcción de barcos o acuerdos contra la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (IUU). La comunidad internacional ha hecho tímidos avances para frenar la sobreexplotación de los océanos, pero siempre ha habido espantadas de grandes potencias a la hora de firmar. El resultado es elocuente y lo constata la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura): lejos de contener su actividad, la flota china ha elevado sus capturas en un 25% desde el año 2010. Faena ya más de 32 millones de toneladas anuales, equivalente a la pesca de todos los países europeos durante dos años y medio. En el mismo periodo la actividad de la flota de bandera española -principalmente gallega- se contrajo casi un 3%. Es preciso retrotraerse a los años sesenta para encontrar un promedio de capturas tan bajo como el actual (1,1 millones de toneladas).

Hay múltiples razones que explican este deterioro en el caso español, al margen del mandato europeo en favor de reducir la presión sobre las pesquerías. Y una de ellas explica por qué Reino Unido sí ha ganado músculo en los mismos años, con un avance del 12% en la actividad extractiva (hasta 718.700 toneladas), pese a las proclamas lanzadas por los colectivos favorables al Brexit. Se debe al abanderamiento en suelo británico de buques para acceder a mayores posibilidades de capturas tanto en Gran Sol, proceso tras el cual Vigo ha perdido cuatro barcos en la última década. También a la pérdida de cuotas de la flota de los caladeros ibéricos, perjudicada por un sistema de reparto fijado para España en 1986 que Bruselas se niega a replantear pese al futuro cambio del statu quo con Londres y a la solicitud de administraciones como la Xunta.

Pero sobre todo obedece al auge de las empresas mixtas y a la expansión internacional de la industria pesquera, que se ha asentado cada vez más con este tipo de sociedades y filiales en países como Namibia, Sudáfrica y Argentina. En estos casos los buques se abanderan en los países de destino y su actividad -pese a que son activos de capital español- no computa como pesca para España. En este contexto se explica en gran medida que Namibia haya duplicado sus capturas desde los noventa, cuando se independizó y empezó a acoger a firmas gallegas como Pescanova, precursora en este tipo de acuerdos bilaterales. O Argentina, que también ha avanzado de forma significativa en los últimos años (+35% en capturas en tres décadas), aunque los datos de la FAO desvirtúan sus últimos progresos al no disponer de las estadísticas de 2017, cuando experimentó un récord la pesquería del langostino austral.

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Los datos de la flota extractiva española contrastan con el buen ritmo de la industria transformadora, que ha ganado capacidad en el extranjero en los últimos años para garantizarse volumen y acceso a materia prima. Pero el auge de los traders y los acuerdos con terceros fabricantes hacen que el sector no tenga que disponer necesariamente de barcos, sobre todo en un contexto donde la acuicultura (langostino, salmón, panga o tilapia) ha ocupado ya parte del espacio de la pesca tradicional.

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