Los 193 Estados miembros de la ONU se comprometieron hace algo más de dos años a que el 10% de las aguas del planeta tengan la categoría de área marina protegida en el año 2020. En estas zonas se aplicarían unas medidas más restrictivas para la actividad pesquera con el objetivo de mejorar la biodiversidad. Sin embargo, un estudio del Comité Asesor Científico Técnico (CACT) de la Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI) se rebela contra esta postura y plantea que, lejos de alcanzar sus metas, la ampliación de las áreas protegidas tendrían un impacto negativo no solo a nivel económico y de empleo, sino también en la propia conservación del medio ambiente.

El informe de ARVI identifica al "calentamiento global, la acidificación oceánica, los vertidos de petróleo, los sedimentos provenientes de tierra, los plásticos y la pesca ilegal", como las mayores amenazas a la biodiversidad marina y advierte que las áreas protegidas "no combaten" ninguno de estos focos de riesgo al tiempo que se "olvidan" de otras actividades como la extracción de petróleo.

La expansión de la superficie de las áreas marinas protegidas es una de las principales reivindicaciones del colectivo conservacionista y que ha llevado a que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) se marque unos objetivos más ambiciosos, en el 30% para el 2030. A juicio de ARVI, esta iniciativa generaría unos efectos colaterales que agravarían el problema que precisamente quieren solucionar.

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Según plantea el comité de asesores científicos de ARVI, "el objetivo de aumentar la abundancia de peces puede ser contraproducente" y alertan que "mientras en la zona protegida se incrementa la abundancia", el efecto es contrarrestado con la pérdida de poblaciones en áreas contiguas. "La sobrepesca no desaparece, solo se mueve de área", remarca el estudio, que se inclina más por medidas como la prohibición de determinadas artes de pesca o la veda de determinadas especies antes que el cierre total de pesquerías.

A su juicio, esta última provocaría un cambio en los hábitos de consumo, en el que la carne sustituiría progresivamente a la proteína marina y, además, generaría un peligroso efecto dominó que pondría en peligro a parte de los 140 millones de personas que viven directa o indirectamente de la pesca en todo el mundo.

Los que más verían peligrar su puesto de trabajo serían aquellos que faenan en las pesquerías posteriormente protegidas que se verían obligados a parar su actividad o pasar a operar en zonas cada vez más cercanas a la costa, poniendo así "mayor presión sobre la flota de bajura o artesanal".

Se reduce la sobrepesca

La WWF (el Foro Mundial para la Naturaleza) denuncia que los países de la ONU se encuentran lejos de cumplir sus objetivos, al señalar que solo un 4% de los océanos están protegidos. Sin embargo, la limitada expansión de estas áreas no ha sido un obstáculo para reducir los niveles de sobrepesca. Como recuerda el estudio, "el 68% de las poblaciones de peces en aguas comunitarias atlánticas se encuentran dentro de límites biológicos seguros", casi el doble que el 35% que arrojaba en el 2003 y que en las aguas de Estados Unidos se han reducido a la mitad los stocks sobreexplotados.