Investigadores pertenecientes a la Universidad de Vigo y al Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC han dado un paso de gigante para poder descifrar el genoma del mejillón gallego (Mytilus galloprovincialis) con la publicación de la primera versión sobre la estructura del bivalvo. En él, los expertos han descubierto la "gran complejidad" que esconde debido a "un alto contenido de secuencias repetidas", pero también avanzaron en algunas de sus principales características, que pasan por una resistencia inusual para enfrentarse a las condiciones más duras y por la existencia de actividad antiviral de algunas moléculas frente a virus de organismos marinos como otros que afectan a los humanos.

Liderados por Antonio Figueras, experto en patología y biología de moluscos del IIM, los investigadores analizaron un individuo en primer lugar para lograr una aproximación a la complejidad que escondía el mejillón. "Fue la primera parte del proyecto. Se hizo a pequeña escala pero nos ayudó a entender qué estrategia necesitábamos para lograr la secuencia completa", explica Carlos Canchaya, miembro del equipo del campus que coordina David Posada.

Una vez logrado este objetivo, la investigación se centró en un segundo individuo para el que emplearon una nueva estrategia a partir de los primeros resultados. "Hicimos un nuevo diseño para obtener una mayor secuenciación", completa Canchaya, que explica que están encontrando "cosas muy interesantes".

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Sobre este primer e histórico paso, publicado en la revista científica PLOS ONE, Antonio Figueras señala dos aspectos clave a destacar. Por un lado, han demostrado la actividad inmune de algunas moléculas, como los péptidos antimicrobianos, que harían frente tanto a virus marinos como a los que afectan a los humanos, con lo que tendría una aplicación para la biomedicina.

Por otro lado, los investigadores certificaron que el bivalvo gallego goza de "una gran fortaleza" que lo hace resistente tanto a contaminaciones como estrés provocados por cambios en la acidez del agua o las temperaturas. "Será interesante comprobar qué genes provocan esta resistencia y cómo puede ayudar a sacarle partido", comenta Figueras.

Sobre el tamaño del genoma del mejillón, Figueras señala que "es el doble de grande que el del rodaballo", que tiene 800.000 pares de base (0,8 gigabases) según el estudio realizado por el propio CSIC y la Universidad de Santiago. "Gracias a este primer paso podremos comprender mejor al mejillón y anticiparnos así a las necesidades que puedan surgir en su producción", indica el líder del proyecto.