El sector mejillonero requiere cada año unas 7.000 toneladas de semilla o, lo que es lo mismo, 4.700 millones de individuos de entre 15 y 25 milímetros que se obtienen en las rocas de los sistemas intermareales y en las cuerdas colectoras de las propias bateas. Esta necesidad ha impulsado más de 20 años de colaboración entre el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC y la empresa Proinsa, que han fructificado en un importante hallazgo sobre la influencia de la radiación solar en la presencia e intensidad de las larvas. A partir de este descubrimiento se han desarrollado modelos de predicción que resultarán de gran importancia para esta industria, ya que permiten determinar con un mes de antelación el comienzo y el final de su ciclo de fijación.

La revista "Scientific Reports", del grupo Nature, acaba de publicar los resultados de este estudio en el que también han participado Isabel Fuentes Santos, Xosé Antón Álvarez Salgado y María José Fernández Reiriz, todos ellos integrantes de los laboratorios de Ecología y Cultivo del Mejillón y de Geoquímica Marina.

Hasta ahora, la mayoría de estudios realizados buscaban el efecto de las corrientes o mareas en el transporte de larvas y determinaban su concentración en determinadas zonas. Pero la investigación del CSIC es la primera que se centra de manera exhaustiva en la influencia de los factores ambientales en el inicio y duración del asentamiento de las larvas.

Gracias a los datos meteorológicos y ambientales obtenidos de forma continuada, los investigadores han demostrado la validez de la radiación solar, el viento y las aportaciones de los ríos como indicadores predictivos del inicio e intensidad del periodo de asentamiento de las larvas.

Durante cinco años, los investigadores realizaron muestreos semanales en las cuerdas colectoras suspendidas en la ría de Ares-Betanzos y detectaron dos patrones temporales distintos en el ciclo reproductivo del mejillón originados por cambios en las condiciones medioambientales.

Los científicos determinaron el nivel exacto de la radiación solar que marca el inicio del periodo de asentamiento. Si la media empieza a aumentar en febrero el desove tiene lugar antes y, por tanto, la fijación arrancaría en abril, lo que sucedió en los años 2009, 2012 y 2014. Mientras que si a finales del invierno la radiación todavía es baja se puede retrasar hasta junio como registraron en 2010 y 2013.

"Además, a partir de la radiación solar y el aporte de los ríos podemos conocer con 45 días de antelación la intensidad de semilla fijada. Teniendo en cuenta que las cuerdas deben echarse al agua 30 días antes para que se forme el biofilm al que se adhieren las semillas esta información permite una capacidad de gestión muy grande. Hay que pensar que en Galicia hay 18.000 cuerdas de captación", destaca Labarta, profesor e investigación del IIM.