El "trasmallo", sector cefalopodero que se dedica a la pesca del chopo, sepia o calamar gigante, sufre todos los efectos negativos que acarrea una crisis económica de tanta envergadura como la que comenzó en 2008 por lo que tienen muy complicado su medio de vida, tanto que ya recurren a remedios tradicionales para garantizar la presencia del recurso en aguas de la ría de Arousa.

Los frecuentes robos de los carísimos aparejos de pesca, la incorporación de numerosos parados procedentes sobre todo de la construcción, las sanciones que les impone la administración o las obligaciones como la compra de botiquines para sus lanchas, además de la escasez del chopo y los bajos precios, lastran una economía que ya no era demasiado boyante.

La mayor preocupación en estos momentos es la frecuencia de robos de las que ellos denominan "caseas" de trasmallos y nasas para la nécora, otra de las artes a las que se dedicarán a partir del 30 de junio cuando ya se acaba la temporada del chopo.

En lo que va de año se han sucedido al menos una decena de robos, denunciados ante la Guardia Civil, de las carísimas redes. Solo en Cambados se conocen tres casos desde el mes de enero, y lo mismo o peor ocurre en A Illa, Vilanova y O Grove, donde también se trabaja este arte de pesca.

"Cada trasmallo vale 84 euros y si te llevan la casea de diez, como me pasó a mi, te encuentras con unas pérdidas de 840 euros", explica uno de los marineros afectados.

El problema se ha generalizado sobre todo porque ha aumentado el número de marineros que se han incorporado a esta actividad en los dos últimos años, período que también coincide con la escasez de otros recursos habituales del marisqueo en la ría de Arousa.

Tanto por la crisis como por el cambio de explotación, el número de marineros que ahora se dedican a la pesca del "chopo" se multiplicó exponencialmente.

"Si hace unos años solo éramos siete marineros los que nos dedicábamos a la pesca del calamar, hoy en Cambados somos más de 30". En A Illa habrá más de cincuenta y en Vilanova y O Grove otros tantos más.

Precisamente este incremento de personas que participan en la actividad dificulta una pesca que hace unos años daba un enorme rendimiento con bajo esfuerzo.

Para pescar el chopo hay que seguir una serie de requisitos pues, aunque se captura muy cerca de la orilla, es obligatorio que la red se extienda solo cuando hay más de cinco metros de fondo o la embarcación se encuentra a más de cien metros de distancia de la costa.

Estas obligaciones implican también que lleven boyas adecuadas de señalización que, además, deben tener el tamaño que marca la Administración, en concreto la consellería de Mar. "Si son más pequeñas nos imponen unas multas tremendas", se quejan.

A esta obligación hay que sumar la orden de que todas las embarcaciones deben llevar a bordo un completo botiquín "que a mi me acaba de costar 240 euros".

Por si todo ello fuera poco, las capturas también son escasas y el precio en la lonja ha disminuido dos euros en las últimas semanas.

"Somos muchos a pescar en los mismos sitios y por tanto demasiadas redes en el agua por lo que cada vez es más complicado capturar esta especie", indican.

"Antes, en poco tiempo subías a bordo ciento y pico de kilos pero ahora para pescar 25 tienes que pasar todo el día", aseguran en el sector.

A ello hay que añadir que el precio del chopo o choco, como también se conoce a la especie, pasó de los siete euros de hace solo quince días a los últimos 4,5 euros por kilogramo, por lo que los ingresos son mucho menores.

Si a ello se le añade que el sector precisa hacer una inversión media de 2.000 euros al año en el mantenimiento de sus equipos, la rentabilidad obtenida "apenas nos da para hacer el mes".

Aseguran que dedicarse a este arte es muy costoso pues además de hacer frente a todos los imprevistos tienen que renovar los aparejos todos los años y como queda dicho cada red de 50 metros cuesta 84 euros.