El grueso de las industrias transformadoras ha finalizado la campaña de manipulación y envasado del mejillón. Todavía quedan conserveras y cocederos que trabajan este producto, pero a estas alturas puede decirse que la actividad ha culminado con éxito después de dos meses frenéticos y tras salvarse "in extremis".

Hay que recordar que 2014 fue uno de los peores años de la historia para el sector bateeiro gallego a causa de la proliferación de episodios tóxicos, cuyas consecuencias se sumaban a la sucesión de cierres de polígonos bateeiros que ya se había vivido en 2013.

Cuando todo parecía perdido, pues las bateas seguían cargadas de mejillón y los temporales de otoño e invierno iban a ocuparse de tirarlo al fondo y arruinar así otra temporada más, en noviembre y diciembre del pasado ejercicio desaparecieron las células tóxicas y el ritmo de trabajo se disparó en el sector transformador.

Como se informó en repetidas ocasiones desde entonces, las industrias pudieron reabastecer el mercado, pero también consiguieron acumular stock suficiente para mantener el suministro a sus clientes durante un buen período de tiempo.

Ahora los productores, que desde diciembre ya pueden recolectar mejilla en las rocas del litoral para encordarla en las bateas y preparar la siguiente campaña, saben que las biotoxinas regresarán a las rías más pronto que tarde, especialmente con condiciones meteorológicas como las actuales.

La mayor parte del mejillón ya está en los canales de distribución, y esto supone minimizar los daños que pueden causar los temporales invernales.

Cuatro meses de calma

Por otro lado, el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar) hizo balance de lo sucedido en 2014 en lo referido a presencia de biotoxinas marinas. Los bateeiros apenas pudieron trabajar con cierta tranquilidad en febrero, marzo, noviembre y diciembre.

Por rías, en Pontevedra, en enero estuvieron prácticamente cerradas todas las bateas de los polígonos Cangas A, Cangas B, Bueu B, Bueu A2, Bueu A1, Portonovo A, Portonovo B y Portonovo C; los dos últimos también cerrados durante casi todo el mes de febrero. En marzo primó la ausencia de biotoxinas, aunque llegaron de nuevo a finales de ese mes para quedarse casi de forma ininterrumpida hasta principios de noviembre.

Algo parecido pasó en la ría de Vigo, con cierres durante el mes de enero en los Cangas F, Cangas G, Cangas H, Cangas C, Cangas D y Vigo A. Las bateas viguesas aguantaron de forma razonable hasta que llegaron los afloramientos primaverales. En abril volvieron los cierres en los polígonos citados, a los que se sumaron, ya en mayo, todos los demás, tanto de Cangas como de Redondela.

Peor lo pasaron los bateeiros (pocos) de Corme-Laxe, con sus parques inoperativos durante todo el año, mientras que los menos castigados fueron los viveros flotantes de las rías de Muros-Noia y Ares-Betanzos, que solo se vieron afectados un par de meses en verano, en septiembre y en octubre.

En cuanto a la ría más productiva y provista de mayor número de bateas, la de Arousa, hay que hacer una diferenciación para destacar los importantes cierres sufridos en los polígonos Grove C1, Grove C2, Grove C3 y Grove C4, que apenas pudieron sacar mejillón en marzo, noviembre y diciembre.