La flota del cerco de Galicia se encomienda al apóstol Santiago para encontrar una solución al conflicto en el que se encuentran inmersos desde el pasado jueves, cuando decidieron salir a la calle para volver a protestar por lo que consideran un reparto injusto de cuotas de jurel y xarda. Por eso, armadores y marineros acudirán hoy a la misa del Peregrino en Santiago de Compostela para pedir "intercesión divina" ante lo que consideran falta de respuesta política por parte de la conselleira do Mar, Rosa Quintana, y del ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, a sus demandas de un trato igualitario a Galicia.

De esta forma, la reivindicación de hoy se llevará a cabo después de que el sábado se acordase en asamblea crear una gestora conformada por cinco armadores que coordinará las futuras protestas del sector. Unas protestas que tienen su origen a finales de enero cuando, ante la falta de consenso, Pesca decidió el reparto del cupo. De esta forma, Galicia quedaba con un 24,8% de las posibilidades de pesca, mientras que Asturias se llevaría el 3%, Cantabria el 23,6% y País Vasco el 48,6% restante. Ante estos datos, la flota decidió llevar a cabo un primer amarre.

Desde Portosín, iniciadores e incitadores de las protestas, se resolvió dejar los barcos en el puerto el 29 de enero. Comenzó entonces un periplo de movilizaciones y protestas al que pronto se unió toda la flota de la comunidad. Defendían que las cantidades adjudicadas a cada embarcación harían imposible la actividad y solicitaban, como hicieron siempre, un reparto lineal de los cupos.

Más tarde, concretamente a partir del 7 de febrero, comenzaron las movilizaciones en tierra. Tras colocar carteles de Se vende en los barcos del puerto de Vigo, marineros, armadores y simpatizantes de toda Galicia tomaron las calles. Primero, en Santiago, en una marcha que finalizó con el lanzamiento de pescado, bengalas y plomos a las instalaciones de la Xunta. Más de 1.000 personas solicitaron entonces la dimisión de Rosa Quintana.

Los días siguientes, los escenarios elegidos fueron A Coruña y la ciudad olívica. Tras hacer sonar los pitos de los buques durante una hora, los afectados se manifestaron cortando calles, tirando pescado, quemando contenedores y haciendo sonar bocinas.

Parón y continuación

Sin embargo, y justo tras suspender una nueva marcha en Santiago, la flota levantó el amarre tras llegar a un acuerdo con la Xunta. Dos semanas duraron las protestas, que finalizaron el 12 de febrero, cuando los armadores reunidos en Portosín, "base de operaciones" de las iniciativas, pactaron con la conselleira. En el encuentro, Quintana se comprometió a trasladar todas las quejas y exigencias a Agricultura. "No estamos de acuerdo con el reparto inicial, pero tendremos que acatarlo", comentó entonces el portavoz de la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga), Andrés García.

Cuando ya todo parecía calmado y de forma inesperada, el miércoles 5 de marzo los armadores decidieron volver a a amarrar tras una reunión de urgencia en Portosín. ¿El motivo? Un escrito remitido al sector por la Secretaría General de Pesca, en el que exigía a los armadores que decidiesen, de forma individual, cómo realizar la distribución de la cuota de xarda entre los buques gallegos, cuando lo cierto es que los propios armadores ya habían pactado un reparto individual de la xarda, siempre y cuando todas las embarcaciones estuviesen en una misma opción de reparto.

En un abrir y cerrar de ojos, recrudecieron sus protestas con dos movilizaciones más numerosas en Vigo y A Coruña. La primera, el pasado jueves, finalizó con una carga policial en la que hubo heridos, un detenido y O Berbés volvió a estar cortado. La segunda, el viernes, intensa aunque más pacífica en la ciudad herculina.

La solución parece lejana por el momento y el Gobierno se encuentra ahora con otro problema: el Ejecutivo asturiano está "absolutamente en contra" de la propuesta y amenaza con solicitar la paralización cautelar de la orden "por los daños irreparables". Un problema que también tienen en Cantabria, donde los armadores ya rechazaron el reparto.