La industria conservera, al igual que sucedió con los cocederos, se ha visto afectada por el episodio de biotoxinas que azota a las rías gallegas. Como había avanzado FARO DE VIGO, cuando se decretaron los cierres de bateas más importantes, la semana pasada, había ingentes cantidades de mejillón rumbo a Italia y Francia, al igual que en la industria transformadora.

Y ese producto o regresaba al mar o se perdía, como han podido comprobar numerosas industrias. A pesar de todo saben que el Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino (Intecmar) funciona y lo arropan como hicieron los demás sectores.

Cabe explicar que prácticamente la totalidad de los camiones que iban a Francia e Italia regresaron a puerto, para devolver el mejillón al mar. Pero en las conserveras y cocederos que habían manipulado ya el producto extraído en las 24 horas anteriores a los cierres no había solución posible, pues el producto no puede ponerse a la venta y tampoco puede devolverse al mar, pues ya está cocido o tratado, de ahí las "importantes pérdidas" sufridas.

En la patronal conservera, Anfaco, aún no hicieron balance de esas pérdidas, pero aseguran que son cuantiosas. A pesar de ello, hay que insistir en que arropan el sistema de control existente en Galicia, coinciden en señalar que sirve para ofrecer plenas garantías al consumidor y saben que poco o nada se puede hacer ante episodios tan repentinos y virulentos como el actual.

Así lo pusieron de manifiesto ayer, en una reunión mantenida en Vigo entre una treintena de representantes del sector conservero y la Consellería do Mar, capitaneada esta vez por su secretario xeral, Juan Carlos Maneiro.

La reunión siguió la línea de los encuentros mantenidos con los productores de mejillón, los depuradores y los cocederos. Con los conserveros se acordó lo mismo, es decir, tratar de acelerar al máximo las notificaciones en caso de presencia de biotoxinas, "pero poco más se puede hacer ante episodios como éste", reconoce Maneiro.

El objetivo del encuentro en Anfaco fue, en definitiva, "buscar la forma de minimizar los efectos", aunque evidentemente esto también depende de la estrategia empresarial y sus sistemas de control propios.

"Lo importante es que los sistemas han salvaguardado la salud pública, y aunque se producen daños colaterales en la industria, hay que quedarse con esa capacidad para evitar daños en la población a pesar de lo impredecible de estos episodios naturales", concluye Maneiro.

Hace días FARO explicó que los sistemas de control habían funcionado, tanto los nacionales como los internacionales, públicos o privados. Como ejemplo se explicaba que llegaron tres partidas de mejillón tóxico a las depuradoras italianas y que había ocurrido lo mismo con diferentes conserveras gallegas, pues en todos los casos el producto se entregó antes de los cierres de bateas. Pero ese molusco afectado se identificó antes de que llegara al consumidor, de ahí el éxito del sistema de control.

Ahora puede añadirse que las conserveras reconocen abiertamente que la cantidad de producto inservible es importante y que tienen que deshacerse de él, al igual que se sabe de la aparición de otra partida afectada en otra depuradora de Italia, pero también sin llegar al consumidor. Todo esto quiere decir que el mejillón afectado por las biotoxinas se localiza a tiempo, y ese es el mensaje de tranquilidad con el que deben quedarse los ciudadanos: El producto que se consume no entraña riesgo alguno si se adquiere por los cauces reglamentarios.