La familia Pérez-Doval vive en una casa de 160 metros cuadrados, ergo, 13,3 metros cuadrados para disfrute de cada uno de sus doce miembros. Disponen de dos baños, uno para cada seis, que comparten bajo cronómetro. 200 litros de leche "no llegan para todo el mes", dice Doval, y 20 cajas de cereales compradas un lunes "aparecen vacías" los viernes.

En un día normal de la familia, a las siete de la mañana toca diana para los niños. Los padres se levantan un poco antes, pues hay que preparar ocho tazas y dos biberones para el desayuno de los pequeños.

A las ocho, cogen el autobús hacia el colegio Las Acacias, donde comen al mediodía. Sobre las cuatro y media de la tarde, junto a su madre, regresan a casa, donde les espera Paulino antes de volver a su puesto de trabajo. Es la hora de la merienda familiar, tras la cual, Pilar se dedica a repasar sus obligaciones laborales antes de ayudar con los deberes a sus hijos.

Las tardes también son buen momento para repartir tareas del hogar para el sábado.

"Vemos los encargos para cada uno, como aspirar o recoger la ropa los más mayores, o pequeñas tareas como reponer el papel higiénico los pequeños", explica Pilar.

El domingo los tempos son más pausados. Los despertadores suenan a partir de las nueve de la mañana y, poco a poco, se van incorporando todos para dar cuenta de las 50 tostadas que alguno de ellos ya ha preparado. El resto del día lo dedican a pasear o a jugar a las cartas en casa si el tiempo es desapacible.