Cuando Gelu Álvarez vio por primera vez a su marido, José Antonio Vilán, tras el atropello múltiple que su pelotón sufrió en Oia, en marzo de 2016, no lo reconoció. "Se han confundido y este no es mi marido", pensó de lo "destrozado que estaba". Lo relató ayer en las IV Jornadas de Humanización en cuidados intensivos, en las que relató su experiencia en el Chuvi y agradeció el "cariñosísimo" trato recibido. De hecho, resaltó que fueron las cosas que le decía el personal de UCI las que le ayudaron a pensar que saldría adelante.

Una llamada de su hija, desde A Coruña, le alertó del accidente. Llamó a su marido, pero no respondió, como era habitual. Probó con su compañero Diego Freiría -que murió tras 9 meses en coma-, que "siempre cogía", sin éxito. Nervios. La Guardia Civil le dijo que no era el fallecido. Ganó algo de tranquilidad. Al móvil de Diego acabó respondiendo una enfermera de urgencias, Marisa, que la recibió en la puerta del hospital.

"Nunca me vi involucrada en algo tan grave", continuó. No se acuerda de lo que le informó el médico de UCI. "Solo que te pedía verlo", se dirigió a él, presente ayer. A pesar de que tenía que ir de urgencia al quirófano, se lo permitió. Cuenta que cuando entraba en la unidad el personal "tenía el detalle" de decirle "ha pasado una buena noche" o "está estupendo". "Me ayudaba a pensar que saldría de esta", señaló. Recordó el angustioso trance de que no se despertara tras retirarle la sedación. También de que la reconoció al abrir los ojos, pero que luego "no hablaba, no se movía, no reconocía nada". "Fue muy duro". Echó en falta que siempre fuera el mismo especialista el que los visitara en planta, pero destaca el buen trato de todo los profesionales que los atendieron un mes y medio en el Cunqueiro y otros tantos en el Meixoeiro. Luego se fueron al Guttmann. "El cambio fue brutal, como irte de casa de tu abuela, que te da mismos, a un internado duro". "Tenemos gente muy humana" , alabó.