Múltiples misiones, viajes por todo el planeta, campañas internacionales y acción social. Estos conceptos resumen a la perfección los más de 41 años de dedicación a la Cruz Roja Española de Mercedes Babé, la exdirectora de Relaciones Institucionales internacionales de la organización, a la que llegó tras sus estudios de trabajo social.

Pese a que se jubiló en 2012, esta pacense de nacimiento pero madrileña y gallega de corazón, sigue más activa que nunca. El martes estuvo en la ciudad para hablar sobre cooperación internacional dentro del ciclo de conferencias "Café con cooperantes".

Desde que comenzó su andadura en 1971 como voluntaria, su vida ha sido un no parar, de ahí que ella misma defina la Cruz Roja como "un vicio que se lleva en la sangre y en la piel". Gran parte de culpa de esta predilección por la institución la tiene el amor, ya que en ella conoció al que fue su marido.

Comenzó haciendo tareas de acción social y como sabía inglés y francés se orientó al campo del intercambio internacional, lo que le llevó hasta su primera gran oportunidad en Ginebra. Allí fue responsable de acción social durante siete años en la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR).

En este tiempo hizo varias misiones a destinos como Bosnia, durante el conflicto en la antigua Yugoslavia, o a Ruanda después del genocidio que sufrió el país, donde fueron asesinadas casi un millón de personas.

"Estas experiencias fueron muy impactantes e interesantes a la vez. En Bosnia los tanques estaban por la calle, las ventanas de nuestro hotel eran plásticos de Acnur y hacíamos los informes del terreno con una vela porque no había ni luz", cuenta. De su estancia en Ruanda recuerda un momento de especial dureza. "Allí a la gente le daban palos, incluso a una madre que llevaba a su hijo a la espalda. Ella quedó afectada física y psicológicamente por eso, pero sobre todo porque mataron a su bebé, se te partía el alma", asegura.

Estas vivencias le dieron aún más fuerza para seguir trabajando en el área social y colaboró desde Ginebra para desarrollar programas como la Estrategia de los Niños Afectados por los Conflictos Armados. "Hicimos una labor de sensibilización de los gobiernos para promover un protocolo adicional que impidiera que los niños pudieran combatir antes de los 18 años. Unos 166 países lo han firmado hasta ahora", afirma.

Babé volvió a España en 1999 para encargarse del Departamento de Cooperación Internacional por petición del presidente de la Cruz Roja en aquel momento. Se jubiló hace seis años, pero en 2013, y sin fallar a su espíritu aventurero, viajó a Japón, país que dos años antes había sufrido el terremoto más potente de la historia del país, y que llegó a desencadenar un tsunami. "Estuve con un equipo internacional de cinco personas moviéndonos por la zona afectada durante tres meses. Hicimos una evaluación y hablamos con gente local y autoridades para elaborar recomendaciones", explica. Además, Babé confiesa que lo que más le sorprendió de Japón fue "el choque de culturas".

Actualmente asesora al presidente de la Cruz Roja Española en la Junta de Gobierno de la Federación Internacional, una organización que representa a 190 países y tiene contacto con las demás Cruces Rojas del mundo "para mantener el espíritu de cooperación y apoyo mutuo". Al mismo tiempo, impulsa una campaña internacional sobre "Asistencia de Salud en Peligro", dirigida a proteger al personal sanitario y las instalaciones médicas en las zonas de conflicto, un tema que trató durante su conferencia. "El problema es muy grave, no es solo perder a un médico, sino que pierden la asistencia sanitaria poblaciones enteras", aclara.

Lejos de llevar una vida más retirada, Babé confirma que seguirá al pie del cañón. "Trabajar con la gente, ver a afectados que necesitan ayuda y saber que una organización como Cruz Roja puede hacer algo por ellos, te lo compensa todo", reconoce emocionada.