María José A. D. tardó exactamente un año en poner una etiqueta a la compleja sintomatología que condiciona su vida diaria desde abril de 2017. Aficionada al deporte, esta vecina de Coia acudió hace ahora catorce meses a ejercitarse en la sala de pesas de un centro deportivo de la ciudad y tras una hora y media de entrenamiento empezó a sentirse fatigada, mareada, débil y con la garganta irritada. Así continuaría durante días y semanas, arrancando sin saberlo un periplo por la sanidad viguesa entre alergólogos y estomatólogos que no eran capaces de ofrecerle un diagnóstico. Lo único inusual aquella jornada de deporte era el cambio de suelo en la estancia, losetas de caucho reciclado similares a las que se instalan en los parques infantiles al aire libre, que cumplen con las normativas medioambientales pero que en estancias cerradas pueden acumular algunas emisiones de gases.

Lo primero que hizo esta usuaria fue poner una queja en el centro y empezó a informarse sobre los Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAH). Hace apenas dos semanas, después de mucho esperar, el doctor Joaquín Ramón Fernández Sola, uno de los mayores especialistas a nivel nacional, la diagnosticó sin ningún género de duda con sensibilidad química múltiple en un informe firmado el 20 de abril donde se hace constar que "este cuadro se ha desencadenado claramente ante exposición a suelo sintético de un gimnasio donde hacía actividad deportiva".

Como traslada Loli Domínguez, de la Asociación de Afectados de Sensibilidad Múltiple, nacida hace un año para reclamar la formación de especialistas en Galicia, uno de los mayores problemas que enfrentan los afectados -40 socios en la comunidad- es que "se tardan hasta cinco años en lograr un diagnóstico" en Madrid o Barcelona, pagando y cuando su calidad de vida es ya muy precaria. Sin llegar a casos extremos de reclusión, la patología condiciona cualquier actividad como un trabajo de cara al público, compartir un vestuario o asiento en el autobús. "Para muchos de nosotros meterse en un avión para ir al especialista es una odisea y, para otros, directamente inviable porque pone en riesgo nuestra estabilidad", explica esta portavoz del colectivo.

La mayoría de los afectados inician un camino solos, con poca información y van dando tumbos entre consultas hasta que alguien los orienta o ahora llaman a la asociación. En algunos casos la sensibilidad química se desencadena en profesionales con una larga exposición a productos químicos, pero también es muy frecuente que, como en el caso de María José, se desencadene a raíz de un "episodio puntual de exposición más fuerte".

Así descubrió María José que tiene sensibilidad química

Lo primero que hizo esta vecina fue poner una queja en el centro Máis que Auga de A Miñoca donde notó los síntomas. Le contestaron que el suelo "cumple escrupulosamente la normativa". Contactó con la empresa proveedora para hacerse con la misma loseta y logró que se la analizara en la Facultad de Químicas de Santiago María Llompart, una investigadora que ha participado en múltiples estudios sobre baldosas SBR en diferentes recintos. En el caso del suelo enviado por María José también detectó sustancias por encima de los valores recomendados.

El uso de estos materiales reciclados está restringido en determinados productos de consumo y está previsto que en julio se incorporen al listado las baldosas de granulado de caucho y las que se utilizan en campos de fútbol porque no fueron incorporadas por la UE en su día en el catálogo de bienes de consumo. Con el diagnóstico de Barnaclínic+ en la mano y en base a esta nueva normativa María José prepara ahora una reclamación por daños y perjuicios al recinto deportivo donde se desencadenó su enfermedad.

Pero también quiere dar a conocer su caso para alertar sobre el uso de este tipo de materiales en espacios cerrados. El problema es que no hay estudios concluyentes sobre sus efectos en exposiciones prolongadas y tanto los países de la UE como los gobiernos locales van actuando a medida que se encuentran con problemas concretos. En Holanda en 2016 se llegaron a paralizar los partidos de fútbol amateur para investigar a fondo el granulado de caucho de los campos de hierba artificial y en 2012 se premió un estudio de la Universidad de Santiago que detectaba hasta 35 sustancias tóxicas en el caucho reciclado de neumáticos que se utiliza para acolchar el suelo de parques y ahora gimnasios.