La Orquesta Vigo 430 ofrece este sábado en el Auditorio Municipal (20.30 horas) uno de los programas más atractivos de su temporada. Dedicado al tango, interpretará obras del compositor que lo revolucionó, Astor Piazzolla. Para ello, contará con uno de sus "ahijados artísticos", Marcelo Nisinman, que además estrenará su arreglo del "Grand Tango".

-¿Qué es lo que ofrecerá en el concierto con la Vigo 430?

-Es bastante diverso. Somos tres solistas, con la violinista Rusanda Panfili, la violista Dana Zemtsov y yo con el banadeón, y la orquesta. Hay un poco de todo. Hay arreglos de obras de Piazzolla, como "Las cuatro estaciones". Luego hay una obra mía, "Hombre tango", y otro arreglo que hice, que será su estreno en España, el del "Grand Tango". Originalmente es para violonchelo y piano y lo haremos para viola y orquesta de cámara.

- Va a mostrar tanto su faceta de intérprete como de compositor. ¿Por qué dio el paso de uno a otro?

-Tenía una vida bastante cómoda como intérprete, pero había muchos límites artísticos. Uno empieza a tocar lo mismo, a repetir y se va asqueando. No me gusta quedarme estancado. Me vi obligado a estudiar y a lanzarme, porque amo la música porteña.

- ¿Cómo casa la música porteña con la clásica, con una orquesta?

-Son como dialectos. Si yo intentara hablar como un gallego tardaría un tiempo en aprender el tono y sus cosas, pero nos comunicamos bien para esta entrevista. Con la música pasa lo mismo. Todos tenemos distinta formación y orígenes, pero siempre está el lenguaje de la música, que es el arte, y ahí está la habilidad de cada uno para codificarlo y transmitirlo, cómo hacer que eso suene de tal manera que sea artístico y que las diferencias no son tan importantes.

- ¿Qué aporta una orquesta al tango frente a otros formatos?

-Depende mucho de la obra. La palabra arreglo es muy vasta. Puede ser desde un desastre a una cosa maravillosa, con todos los matices por el medio. Si el arreglo está bien hecho, es ingenioso, interesante y atractivo, lo que le aporta puede ser maravilloso.

- ¿Cómo es el del "Grand Tango"?

-Para mí, fue salir de la obra original. Es más una inspiración. Me gusta mucho coger obras que son para pequeños ensambles y hacerlas con uno mucho más grande. Tiene mucho trabajo de cabeza, de orquestación.

- ¿Qué transmite?

-Si bien se la dedicó a Rostropovich, Piazzolla está siempre en esa obra. Es bastante obsesiva. Sigue siendo un retrato de él.

- ¿Quién fue Piazzola para usted?

-Un amigo en todo lo que se puede entender como una amistad entre un adolescente de 17 años y un hombre de 71. No fue mi maestro, pero fue un poco mi padrino artístico, en el sentido de que me decía "Anda por este camino", "Quizás debas irte a Europa a seguir tus estudios"?. Es lo que hice. Me ayudó mucho. Después yo tomé un camino diferente en lo que es la estética del arte. Ese impulso que me dio, la fortuna que tuve de conocerlo tan temprano y su generosidad al hablarme de igual a igual a pesar de la distancia, los aprecio mucho.

- ¿Cómo lo conoció?

-Fue una genial idea de mi padre. Estábamos en el mismo lugar de vacaciones, en Uruguay y me dijo: "Sé dónde vive, vamos a conocerlo". Fuimos. No había timbre y había que hacer ruido porque era una casa en el bosque y salió él, Piazzolla. Yo tenía una carta preparada y se la di. Estuvo muy amable y otro día me llamó por teléfono y nos conocimos.

- ¿Con qué está ahora?

-Estoy justo terminando dos obras para bandeonista y sinfónica, que se estrenan en Buenos Aires con la Orquesta Sinfónica Nacional a finales de mayo.