"Éramos los dos gallegos de Oviedo", recuerda este profesor también de origen vigués sobre su pupilo Emilio Fernández, al que embarcó en sus primeras campañas científicas a finales de los 80. Fueron a bordo del Noega, un pequeño barco fletado para un proyecto en el Cantábrico en el que Anadón implicó a mucha gente joven y durante el que se realizaron estudios muy novedosos. "Le di clase durante la carrera y después le dirigí la tesis y como estudiante era entusiasta, un rasgo de su carácter que no ha cambiado. Trabajó con muchísima dedicación y esfuerzo", destaca.

Fernández le pidió opinión cuando le planteaban presentarse al Rectorado. "Su capacidad no está en duda. Tiene una visión estratégica, disecciona muy bien las cosas, y la ha ido elevando a ámbitos cada vez mayores. Desarrolló el Campus del Mar en una época de descenso terrible de la financiación. Tiene unas convicciones muy bien asentadas y apertura de miras. La inercia de la vida universitaria y su fragmentación hacen difícil tomar decisiones, pero si Emilio se presenta es porque cree que puede hacer avanzar a la institución", asegura.