Fue en 1888 cuando se solventó uno de los principales obstáculos para la instalación en un tranvía que conectaría Vigo y Baiona. Una idea que comenzó a gestarse tres años antes y que supuso un enorme esfuerzo logístico. El trabajo de campo resultó agotador, tal como reflejan algunas crónicas de la época. A mediados de abril fue cuando la Dirección General de Obras Públicas estampó su sello en un documento que podría considerarse histórico. En Vigo se hablaba de transformar por completo la economía de toda la comarca.

Las comunicaciones eran rudimentarias en aquella época. La llamada carretera de Baiona, que partía de Vigo, se encontraba en muy mal estado. Tanto que los carros tenían muy complicado transitar por la misma. Los organismos públicos, sobre todo la Diputación de Pontevedra, realizaban constantes inversiones para mejorar el trazado. Se expropiaron fincas, se pagaron cuantiosas indemnizaciones e incluso se derribó una iglesia. Pero en invierno, la ruta era casi intransitable.

Vigo ya era el centro económico de la comarca. Los agricultores traían sus productos a la ciudad en carros que tardaban horas en realizar el recorrido. Muchos no venían todos los días. Otros decidieron quedarse cerca de Coia para evitar la otra parte del trayecto.

Manuel Bárcena ordenó la construcción y desarrollo de un proyecto para mejorar las comunicaciones. El llamado tranvía nació con grandes expectativas, aunque a un ritmo muy lento. La primera condición, que se mantuvo a lo largo de los años, fue que la salida de los tranvías fuera del centro de la ciudad. Se establecían varias paradas hasta llegar a Ramallosa y también a Baiona. Había que superar varios desniveles y también realizar expropiaciones.

La iniciativa también soñaba con ampliar el servicio hasta Gondomar, que se logró varios años después. Y no se descartaba su prolongación hasta A Guarda, algo que no se llegó a ejecutar. La inversión, según los documentos oficiales, rondaba las 100.000 pesetas, cantidad que se recuperaría en el plazo de cinco años, según los inversores.

Calculaban un importante movimiento de personas y mercancías. Los tranvías estarían diseñados para poder llevar en la parte posterior los cargamentos. Esta idea, también desarrollada en los años siguientes, permitiría a los agricultores trasladar sus productos de forma cómoda hasta Vigo. Pero además, el tranvía serviría para la movilidad de los turistas. Sus promotores destacaban el magnífico paisaje que se podía observar durante casi todo el trayecto.

La ratificación del proyecto por parte del Gobierno fue decisiva, aunque no se concretó. Manuel Bárcena no logró reunir el suficiente dinero para llevar adelante su sueño. Sin embargo, se puede considerar como la primera iniciativa fiable y seria. Los problemas aparecieron después, por la falta de dinero. No sería hasta el 3 de septiembre de 1926 cuando comenzó a funcionar.