La A-55 entre Vigo y Porriño soporta el peor "punto negro" de España -el que deja más accidentes y heridos-, es el segundo trecho de autovía con mayor concentración de radares fijos, acumula la mitad de los cinemómetros de este tipo que hay repartidos por la provincia... Y es también, con toda probabilidad, el tramo del país por el que hay que circular con más atención. No porque sea peligroso o esté minado de radares, que también. La razón que obliga a no apartar la vista del asfalto es el "cóctel" de señales que ha dejado la reforma iniciada en octubre de 2015 y que, a día de hoy, suma al menos cerca de un año sin el menor avance.

La paralización de la reforma de la autovía ha dejado el vial minado de señales y marcas, en algunos casos bastante confusas y que obligan al conductor a redoblar su atención. Las que generan más dudas son las señales horizontales de obra pintadas sobre el asfalto.

A finales de 2015, cuando arrancaron los trabajos en la A-55, los operarios trazaron líneas amarillas para marcar los carriles. Tras 30 meses de lluvia, sol, granizo, temporales y un intenso tráfico se han ido borrando poco a poco. En algunos puntos están ya desvaídas y es muy difícil diferenciarlas de las marcas blancas. Los días de aguaceros intensos o de noche, reconocerlas es casi una misión imposible.

El presidente de la asociación provincial de autoescuelas, Alberto Bugallo, reconoce que no es extraño encontrarse con adelantamientos "peligrosos" por ese motivo. Al no estar claras las líneas en el asfalto, algunos conductores se guían por las blancas y otros por las amarillas. El resultado: sus referencias no son las mismas y cuando uno de los vehículos quiere cambiar de carril se acerca más de lo debido al otro.

"Al estar mojado el asfalto se ve menos aún", anota Bugallo, quien lamenta que, "en general", la señalización de obras en las carreteras no suele ser demasiado buena.

No es lo único que obliga al conductor a permanecer en guardia. Entre Vigo y Mos se reparten señales verticales cubiertas con sacos y otras de fondo amarillo con indicaciones sobre velocidades máximas, cedas, finales de prohibición... Las habituales en las obras, pero sin las obras que deberían justificarlas. Los camioneros que usan a diario la A-55 en sus viajes entre Vigo y los polígonos de Porriño y Mos o en sus desplazamientos a Madrid y Portugal se han quejado ya de esa situación.

"Ahora mismo desconocemos la velocidad máxima permitida en algunos tramos, si es 60 u 80 km/h, porque cuando se inició la obra se señalizó a 60 km/h y, a pesar de suspenderse los trabajos, se mantuvo la limitación", denuncia Ramón Alonso, presidente de la asociación provincial de transportistas (Asetranspo): "Hay zonas en las que debería retornarse a 80 km/h".

Además de confusión, las restricciones de velocidad por obra también dañan las cuentas de los transportistas. Al mantenerse la limitación de circular a 60 km/h los camioneros cubren menos servicios y eso les resta rentabilidad.

Otra de las incongruencias que deja la A-55 es el estado de algunas ampliaciones de carriles de incorporación. En varios puntos lucen ya asfaltados, pero siguen fuera de servicio. Su objetivo -al igual que el del resto de la reforma- es mejorar la seguridad de la autovía. El presupuesto de los trabajos asciende a 5,98 millones de euros y, aunque el plazo de ejecución anunciado en un inicio era de 19 meses, Fomento lo amplió hasta septiembre de 2018. A medio año de que se cumpla ese segundo compromiso, las obras siguen paradas.

El "cóctel" de señales que la reforma ha dejado confundirían a los conductores de cualquier autovía. La A-55, sin embargo, no es un vial al uso por muchas razones. La principal, porque su trazado, con curvas sinuosas, carriles de incorporación muy cortos, pendientes... la convierten en una de las más peligrosas de España. Automovilistas Europeos Asociados alerta de que a su paso por Mos soporta el "punto negro" con más accidentes. Las propias estadísticas de la DGT muestran cómo entre 2011 y 2014 los apenas 10 kilómetros que separan Vigo de Porriño registraron 360 accidentes.

Para atajar ese problema se adoptaron dos medidas, que también hacen destacar la A-55 en el mapa. Se restringió la marcha en varios tramos de la autovía a 60 km/h, la velocidad mínima a la que se puede circular en la mayoría de autovías. A mayores, se activaron radares fijos para controlar que los vehículos cumplen con esas limitaciones. Entre Vigo y Porriño la autovía suma media docena de cinemómetros permanentes, una inusitada concentración que solo supera la SE-30 en Sevilla. El tramo Vigo-Porriño de la A-55 soporta de hecho la mitad de los radares fijos que hay repartidos por la provincia. Cuatro de ellos sumaron en 2016 una recaudación de 1,4 millones.