"Son chicos inquietos, que no paran, y si les duele algo, peor. Y como la mayoría no se manifiesta, que estén esperando es bastante duro, no lo entienden". Así explica Manuel Martínez lo que supone para las personas con autismo estar en la sala de espera de un centro sanitario. Lo sabe bien porque su hijo, Diego, lo padece. Recuerda el primer "incidente" por ese motivo, en las urgencias del Xeral. A Diego "le dolía el pecho y le dolía todo". Resultó ser neumonía. Estaba en una sala con 40 personas inquieto y chillando. "Cuando le toque, entrará", le espetaron. Se fueron a un centro privado. Al poco, aprobaron la tarjeta AA. Cuenta que, "al principio, en los centros de salud, ni la conocían, pero ahora funciona muy bien" en Primaria.